Page 14 - Rumbo al Bicentenario Nº 6, Año 2 - mayo 2019
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Tanto las memorias de oficiales patriotas y realistas como el texto de Torrente circularon en la península
ibérica y en territorio sudamericano. Sirvieron para que el jurista y funcionario público peruano Mariano
Felipe Paz Soldán escribiese su monumental Historia del Perú Independiente, publicada a partir de 1868,
en la que hace el siguiente balance sobre la batalla de Ayacucho:
“Así quedó sellada para siempre la libertad de Sud América y abatido el orgullo español, que se
había hecho sentir por muchos años. La victoria se debió a la bravura de los combatientes, al saber
de los jefes y a la excelente posición escogida para el combate, calculada de tal modo que el frente
de batalla podía ser igualado al del enemigo, a pesar de la diferencia numérica de los
combatientes (…) es indudable que en Ayacucho brilló el saber y tino de todos los jefes y oficiales
del ejército patriota” (Paz Soldán, 1919, II: 93-94).
Estas anotaciones sirvieron para que los historiadores de la siguiente centuria (como Nemesio Vargas y
su hijo Rubén Vargas Ugarte y autores de historia militar como Carlos Dellepiani o Felipe de la Barra)
confirmaran la importancia de la batalla de Ayacucho como un hito que reafirmó el invalorable atributo de
la libertad y una comunidad nacional de tipo soberana y republicana llamada Perú. Asimismo, sirvieron
para que se institucionalice la conmemoración oficial de la batalla cada 9 de diciembre y el culto a los
oficiales del ejército patriota, quienes fueron considerados como héroes de la independencia.
La celebración popular.
No sólo los antiguos oficiales, los historiadores decimonónicos o los funcionarios de gobierno recordaban
la insigne victoria del 9 de diciembre de 1824; también la batalla de Ayacucho permaneció en la memoria
de los sectores populares como un hecho histórico de tremenda importancia. Prueba de ello es la
celebración anual que los pobladores de Ayacucho realizaban en la pampa donde se realizó el encuentro
de armas y que en 1834 (cuando se conmemoró el décimo aniversario de la batalla) contó con una
importante e inusual presencia: la del presidente Luis José de Orbegoso.
Refiere en sus memorias José María Blanco, el diligente secretario personal del presidente, que el 9 de
diciembre de 1834 Orbegoso acudió a la pampa de Ayacucho para pasar revista a la tropa que se hallaba
formada en el lugar. A continuación y con el auxilio de un oficial que había participado en la batalla,
Hist oria y memoria de la B atalla de A y acucho
recorrió la llanura y llegó hasta las faldas del cerro Condorcunca, identificando los lugares donde 10 años
antes se habían apostado las divisiones del ejército patriota.
Agrega el citado secretario que a pampa también llegaron pobladores y campesinos de diferentes pueblos
de la región, con sus cuadrillas de danzantes y músicos para celebrar espontáneamente. Culminada la
ceremonia oficial, estos se confundieron con la tropa e iniciaron el jolgorio:
“las bandas rompieron las dianas y la música con sus marchas patrióticas hicieron resonar el vasto
desierto que a los diez años se sentía otra vez conmovido por el estruendo del cañón. Las vivas de la
tropa y la algazara común de más de cuatro mil almas que habían concurrido al campo, entre las que
estaban los danzantes de los pueblos circunvecinos, hacían resonar el aire con sus acentos (…) Los
soldados entregados a la diversión bailaban juntamente con los paisanos y con los danzantes. De
suerte que el solitario llano de Ayacucho parecía en este día una ciudad popular” (Blanco, 1974 [1834]:
228).
Y en los siguientes años se continuó celebrando tanto en el lugar de la batalla como en la ciudad de
Ayacucho. Refieren los periódicos locales del siglo XIX que en la capital del departamento se organizaba
3 | Misa y Te-Deum, parada militar, festival de fuegos artificiales y corrida de toro cada 9 de diciembre para
recordar la importante gesta que selló definitivamente la libertad latinoamericana y dio inicio a la historia
1 republicana de nuestra comunidad nacional libre y soberana.