Page 262 - Vida y Obra de José Baquijano y Carrillo - Vol-1
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Volumen 1
Parecer de Baquíjano a la «Oración fúnebre»
estos momentos terribles en que las sequedades y desolaciones le hacen padecer
todo el peso del infortunio, concentra las fuerzas de su alma dilatada a un solo
punto: se despoja del halagüeño atractivo de los consuelos humanos; ocurre a
la oración; habla con el Señor de los males que la agobian; adquiere en su con-
versación un vigor nuevo; se reviste del noble esfuerzo que es la dignidad de la
desgracia, y se acerca a aquel término en que los héroes dejan de ser hombres en
la paz del justo, la serenidad de la virtud y la calma de la religión.
Este juicioso plan sí liberta a la oración de la censura; las perfecciones
que en ella se descubren persuaden, que una imaginación fecunda y feliz no se
ata ni sujeta a los tristes muros en que habita y la cercan. El poeta nacido en los
ásperos climas, en que el eterno invierno sopla sin cesar los negros huracanes,
no trabajará un retrato tan ameno y florido, como el que respira el aire puro,
y atiende a una tierra variada en sus colores; pero el orador insólito y forzado
a concentrarse en el silencio y la obscuridad del retiro, adquiere la vivacidad,
resorte y energía que logran los volcanes, cuya explosión es tanto más terrible,
cuanto el fuego comprimido en su seno no ha podido evaporarse en la langui-
dez de un mundo disipado. Homero y Demóstenes para componer sus obras
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inmortales, se retiraban a las orillas del mar; en el horror de los cementerios
ha meditado Young sus Noches, el jefe de obra del género sombrío y en la
abatida cabaña del pobre y labrador, estudiaba Masillón esos profundos cono-
cimientos, con que aterra a los grandes, y poderosos del siglo.
Libre de su tumulto en la apacible tranquilidad de los claustros pene-
tra nuestro orador los sublimes secretos de la elocuencia; no de aquella, que
en lugar de pulverizar los vicios de los hombres, se detiene en describirlos
con precisión y elegancia; que prodiga en la hinchazón de las palabras, las
metáforas excesivas y los compasados periodos, se asemeja a las ilusiones
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de la perspectiva, en que el ojo cercano descubre rasgos groseros, sustitui-
dos a el paisaje variado que presentaban a distancia; que dócilmente sujeta a
la frialdad de las reglas y preceptos no osa rechazar las hilaciones tímidas y
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19. Mons. Arnauld en el prefacio de la Eufemia [Nota del autor].
20. Este defecto es común aun en los oradores de mayor crédito. Yo elijo los de mejor reputa-
ción en el siglo, en lo sagrado y profano: el abad Tourdupin, y Mons. Tomas. El primero en el
Panegírico de san Luis, dice: El Languedoc Teatro del error, había visto la serpiente artificiosa
insinuarse con astucia, elevarse con audacia y predicar la independencia. Una serpiente no pre-
dica: siempre en la alegoría es preciso conservar la verdad física. El segundo en su Discurso
de recepción en la academia, en lugar de Mons. Hardion dice, hablando de la Historia: Retrato
inmenso en que se camina, al ruido de la caída de los imperios. ¿Cuál es el retrato en qué se
camina? [Nota del autor].
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