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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            el primario objeto de mi comision, no me queda otro que llenar, que el de ver
            verificado lo mismo que Vd. ha prometido á S. E., experimentando los efectos
            de este arrepentimiento, que le grangea y facilita el prémio del perdon, siendo
            uno de los que no me dejarán duda de ser verdadero aquel, el que se me entre-
            guen por Vd. todas las armas que tenga á su lado, sin distincion de la clase de
            ellas y gentes en cuyo poder se hallen. Con esta prueba, que nunca puede ser
            equivocada, gozará Vd. y cuantos estén á su lado de la prometida libertad: y si
            tuviese Vd. que manifestarme otra cosa, puede hacerlo, viniéndose á este cam-
            po. En la inteligencia, que le aseguro, por la vida del Rey mi Señor, no recibirá
            el menor perjuicio ni ultraje, sin prohibirle (si aun todavia desconfia despues
            de semejante protesta) el que venga custodiado en los términos que mejor le
            parezca, no dudando que en mí hallará siempre un asilo, que corresponda á la
            bondad con que el Exmo. Señor Virey ha querido á Vd. mirarle.
                    Una proposicion de esta clase, un partido tan ventajoso hácia Vd., pa-
            rece no necesita de persuasiones para que con el mayor regocijo la abrace. Sin
            embargo, persuadiéndome á que no faltará un díscolo que procure inspirar
            en su ánimo especies abominables que aviven aquellos locos é infundados
            designios con que Vd. ha pretendido continuar y concluir la deforme obra que
            principió su hermano, José Gabriel, me ha parecido decirle, que descienda Vd.
            á su corazon, lo examine bien, y hallará, por mas que le adulen sus lisongeras é
            infundadas esperanzas, ser imposible dejar de mirar con desasosiego y temor
            el término de ellas, que habria de ser precisamente igual al infeliz y funesto
            con que acabó aquel sus dias.
                    Ahora es tiempo de que prolongue Vd. y haga ventajosos los suyos,
            alejando para siempre de su imaginacion seducida esas débiles ideas pertur-
            badoras de un reino tan ejemplar en sosiego, que han sido única causa de la
            ruina de tantos miserables de sus compatriotas, y tambien de los que, sin justo
            fundado motivo, vé Vd. con tanto aborrecimiento. Yo no dudo mirará con
            compasion á esos, que ya llevados del afecto, ya de la fuerza, le acompañan, y
            que deberán irremediablemente ser víctima de estas siempre vencedoras ar-
            mas, si Vd. no procura imprimir en sus corazones con sus consejos, y prin-
            cipalmente con su ejemplo, viviendo arrepentido al lugar donde vive muy de
            asiento la misericordia, el respeto á que es acreedor, y se debe á un Monarca
            tan poderoso, como el que hoy, imitando á la suprema deidad, olvida la mul-
            titud de injurias hechas á su soberano decoro, y franquea á Vds. por medio





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