Page 831 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            ni de otras muchas ventajas que les facilitaba este aspero terreno, no obstante
            que se hicieron firmes en otros menos fuertes, persiguiendonos todos los dias
            por la derecha e izquierda del camino que llevabamos, y particularmente los
            Desfiladeros, rodeandonos todas las noches en los Campos, y obligandonos
            a pasarlas sobre las armas sufriendo su fuego de fusil y de cañon que a todas
            partes transportaban con mucha facilidad por su corto peso y calibre.
                    Llegué tolerando sobre su fuego y amenazas de sorprenderme a las
            inmediaciones del Pueblo de Quiquijana, cuyos vecinos han sostenido la Re-
            belion con el mayor empeño, y comprehendi a la primera vista que por su
            situacion no conseguiria dominarle sin emplear en el acedio a lo menos 15
            dias a costa de derramar mucha sangre. Haciendo este reducido calculo con
            concepto a la impericia y calidad despreciable de nuestros Enemigos (por-
            que en manos de otra Nación instruída, hubiera graduado que su Conquista
            requeria dos meses de sitio con un Exercito aguerrido y numeroso), campé
            a su inmediacion, y me saludaron hasta media noche con el fuego de fusil,
            y de cañon, aunque conocian que no podian ofenderme por su distancia. Al
            amanecer del dia siguiente me escribio el Cura del mismo Pueblo que los Re-
            beldes lo habian evaquado con el designio de reunirse con el Exercito de su
            Gefe Tupac Amaru en Tinta, y que havia cortado el Puente para impedirme
            que consiguiese perseguirlos. Con esta noticia entre en Quiquijana, donde
            solo hallé mugeres y ancianos en la Iglesia que con muchas lagrimas y señales
            del mayor arrepentimiento me pidieron que les perdonase las vidas, y que no
            entregase sus Casas y Haciendas a las llamas como merecian. Concediles esta
            gracia exceptuando unicamente de ella a Luis Pomainga, Primo del Rebelde, y
            a Bernardino Segarra, confidente suyo que mande ahorcar.
                    Continue en el inmediato dia a mi marcha, y al llegar al primer Campo,
            se presentaron en las Montañas proximas cantidad crecida de Indios que havian
            colocado un Cañon en su falda, y prevenido muchas galgas (es nombre que les
            de el Pais a unas piedras de formidable tamaño que descuelgan de las elevacio-
            nes) para arrojarmelas, y ofenderme en un Desfiladero estrechisimo contiguo a
            un rio caudaloso por donde debia pasar precisamente. En estas circunstancias
            determine embiar cien fusileros de tropas ligeras con todos los Indios auxiliares
            de Anta, y de Chinchero para que los desalojasen de tres lugares muy ventajosos
            que ocupaban en la cresta de la expresada Montaña, lo que se efectuó con la ma-
            yor fortuna, batiendolos desde el primero hasta el último a vista del Exercito res-
            tante. Al dia siguiente tuve noticias, por un Desertor de los Enemigos que estos



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