Page 404 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Volumen 3
Inicio de la rebelión
de que siendo dicho Cura compadre e íntimo del referido Cacique, podía te-
ner una noticia fundamental de todos los principios y resortes de ella; pero
sin embargo, poco a nada es lo que hemos adelantado en lo sustancial de esta
trágica siena y por la gravedad del caso, he dado vista al Promotor Fiscal para
que se siga por sus términos esta causa. Al Señor Comandante Don Joaquín
Valcárcel entregué anoche una carta del Cura de Quiquijana, con la relación
del estado miserable en que se halla aquel pueblo y los riesgos de su vida, junto
con el edicto que publicó el dicho sublevado Tupa Amaro, en contraposición
del cedulón de censura, que fulminé contra él y sus secuaces; mandando con
pena de la vida sigan todos sus ideas, que nada tienen contra Dios, ni la re-
ligión; y que sólo se dirigen a extirpar los abusos que han introducido los
corregidores y otros gravámenes perniciosos al público, para que uno y otro
pasase a Usía y que quedándose con testimonio me devuelva los originales.
Nuestro Señor guarde a Usía muchos años. Cuzco y noviembre veinte y nueve
de mil setecientos ochenta. Devuelvo a Usía de las cinco cartas que escribió
el Cacique Tupa Amaro a diferentes curas, por conducto del Doctor Don Vi-
cente Jaras, Cura de Livitaca, cuatro, por parecerme conducen a descubrir el
infernal designio de seducción en mis curas con las falsas ideas que les sugiere
y podrá Usía darles el uso que mejor le parezca. Ofrézcome a la disposición
de Usía con mi mayor afecto. Fecha ut supra.— Juan Manuel Obispo del Cuz-
co.— Señores de la Real Junta de Guerra.—
(Al margen: Subscripción)
Es copia de su original de donde se sacó. Cuzco y noviembre veinte
y nueve de mil setecientos ochenta años, doy fe.— Doctor José Domingo de
Frias, Secretario.—
(Al margen: Carta del Cura de Quiquijana)
Ilustrísimo Señor.— Muy venerado y mi señor. La suma orfandad en
que me hallo, me hace el no estar anoticiando lo acaecido de aquel rebelde,
no sólo así, sino ya tirano, dígolo, por tener a esta gente tan avasallada con sus
amenazas y ejecuciones, no tanto por esto, cuanto por conocer este miserable
pueblo la muchedumbre de gente que tiene a su comando y que con estas fuer-
zas tan poderosas, a cualesquier individuos hiciese sufrir sus castigos tan seve-
ros, como el de la amenaza de la vida, pues para esto tiene en este dicho pueblo
una horca, sin que en esto haya persuación, el que los pueda desvanecer de
que se quite dicha horca; y como me considero un individuo tan solo, a vista
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