Page 182 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Volumen 3
Inicio de la rebelión
me ví de los hombres mas perdidos en el camino al entrar a esta ciudad, de
donde todos salían como de fuga expresándome azorados que, a qué iba, pues,
por instantes, se esperaba la entrada del enemigo al saqueo de la ciudad y des-
trucción de las vidas, con todo, tomando valor, pareciéndome cosa de sueño o
fantasía, entré en ella de noche, y, como llevo dicho, salía gente por tropadas:
mi familia, amigos y conocidos, interesándose en mi consuelo, solo me acon-
sejaban el retirarme con los otros. El asunto mas fuerte que Vuestra Merced
pueda imaginar. Yo, arguyendo con la contraria a rechazar aquellos intentos,
me mantuve, y mantengo, firme en no faltar de esta, resuelto a sacrificar mi
vida con las de mi pobre familia en defensa de nuestra religión y armas, que
es muy consecuente a la de un fiel vasallo, que, por instantes, ve esto perdido,
única ocasión en que debe manifestar uno su fidelidad y amor a la fé católica
y su soberano, así protesto cumplir de mi parte en ocasión tan crítica.
A la hora de esta, Vuestra Merced esté muy seguro de que el enemigo,
con la mayor frescura, se había apoderado de esto, si la Providencia Divina
no depara un caudillo valeroso en su amigo, el Señor General Don Manuel
Villalta, quien, al punto que recibió el oficio del Consejo de Guerra de esta
ciudad, en su Provincia, en mi presencia, con el mismo empeño, fidelidad y
amor, cual el mas valeroso soldado en el instante, tomé aquellas providencias
de bandos para todo el distrito de su Provincia, Junta de Soldados, armas, uni-
formes, que, en menos de ocho días, introdujo, en esta ciudad, una tropa de
mas de trescientos hombres escogidos, uniformados a su costo, único lenitivo
con que pudo respirar el general decaimiento de ánimos de todos los habita-
dores de esta, estorbando a los que pretendían la fuga, con un imponderable
esfuerzo y espíritu, que, al mas decaído, se la ha hecho recobrar el ánimo y
aliento, a su ejemplo, actividad y celo, se debe un continuo ejercicio militar,
todo hombre uniformado llevando sobre sí esta carga y pensión de hacer uni-
formes en que tengo alguna parte, de modo que, aseguro a Vuestra Merced
que, si la ciudad no se ha perdido hasta aquí, es por que este caballero, quien,
sin ninguna presunción, ha propendido la defensa con todo esmero, en medio
de que no le han graduado a proporción del carácter de su persona y distin-
guidos méritos, esto, aseguro a Vuestra Merced, como desde Abancay apunté
en mi antecedente solo con la noticia volada que en aquella ocasión tuvimos.
Este colegio, que ha sido el objeto de mi atención, hoy está reducido a
cuartel de soldados, jefes, y cuanto vecindario en cierra la ciudad, de ambos
sexos con este laberinto, todo transtornado, puertas, y cuantas cerraduras hay,
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