Page 178 - José de la Riva Aguero - Vol-2
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Volumen 2
Documentos varios
para destruirla, haciendo suscribir peticiones para formar una Convencion
á su amaño, y despotizar por este medio mas ampliamente al Perú, son unas
pruebas probadas de que la carta constitucional no le ha servido sino de un
traspantojo para cometer á su sombra nuevos atentados y desordenes. Con
justicia ha dicho un sabio moderno que todo gobierno que se halla inquieto
sobre su existencia es desconfiado, y que el uso mas legítimo de la libertad lo
espanta; por lo que se ve en la necesidad de emplear la astucia y recurrir al
fraude: en fin que él aspira á lo arbitrario como á su unico medio de la salud.
La Constitucion exige que el Poder Ejecutivo preste juramento de obe-
decerla, y el criminal Fuente, al egercer ese poder ha maniobrado con la ma-
yor impudencia para destruirla. El soberano Congreso no puede ignorar el
cúmulo de intrigas con que en todas las provincias ha procurado sembrar la
anarquia é incitar á la sedición contra la Carta y honorables representantes de
la Nación, ya difamándolos, ó ya prescribiendo la Ley Fundamental como ina-
daptable é incapaz de regir. Los periódicos asalariados por el Gobierno, si este
nombre puede darse al que se apodera del mando, con el puñal en la mano, y
confundir los libelos infamatorios especialmente el titulado «El Eventual» con
los escritos y periódicos de las naciones civilizadas, comprueban esta verdad.
En una palabra la guia que parece haber tomado el Perú, ha sido la marcha ar-
bitraria, anárquica é insustancial del tirano de Colombia. Vease el estado a que
esta se halla reducida, medítese el que se le prepara al Perú, si continuase por
mas tiempo la tirania que sostiene la impunidad de la mas inicua y horrible
traicion.
El Perú, Señor, al sacudir el yugo de España no preveía que sufriría un
dia otro mas ignominioso y ridículo. Menos podría haberse figurado que en
un gobierno popular representativo quedasen las instituciones al arbitrio de
un tumultuario que, revistiéndose con la primera magistratura, se sobrepusie-
re a la representacion nacional, é hiciese ilusoria la independencia y libertad.
Esos mismos pueblos hoy escandalizados, confundidos y absortos, deploran-
do su lamentable situación, vuelven sus ojos al Congreso para que los redima
del despotismo, y no cesan de pedirme que vuele al Perú para ayudarlos en su
empresa de sacudirse de la tiranía.
No es extraño nada de esto cuando palpan la ausencia de todas las
garantías sociales que les concede la Constitucion, y que en su lugar ven que
sin previo juicio se destierra a los ciudadanos, se persigue, calumnia é insulta
al patriotismo, y en fin la guerra que se hace a la Carta y a los derechos del
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