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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
Vida y obra de José de la Riva Agüero
rrupcion de costumbres nos respeta limites, todo lo atropella. Intenta deslum-
brar sus delitos atribuyendo faltas á aquel que es la victima de su iniquidad,
como si la verdad no hubiese de prevalecer.
Quando la sociedad llega á viciarse, en vano intentarian los reforma-
dores el mejorarla, sino curan antes los vicios de que se originan los males.
Ninguna clase de gobierno, ninguna Constitucion, ni todas las virtudes con-
centradas en la persona del que gobierna, pueden hacer desaparecer el mal del
cuerpo del Estado, si este desgraciadamente ha cundido hasta generalizarse,
entre los mismos que decantan hallarse preservados, ó que astutamente, sien-
do lobos se disfrazan con pieles de ovejas. Esto es lo que se llama hipocrecia y
esta la plaga mayor que aflixe álos mortales; por que no manifestando la defor-
midad delos delitos, se engaña álos Ciudadanos hasta el extremo de hacer que
confundiendo al malo con el bueno, se premie á aquel con perjuicio de este,
ó se admita en las confianzas á los que un buen gobierno deberia separar del
trato civil, para que con sus perversas maquinaciones no dañen álos que no los
conocen.
Siendo la hipocrecia la madre de todos los vicios que atacan ála vida
del Estado, es por consiguiente, tambien de primera necesidad el imponer
rigurosos castigos á los viles que la profesan. jamas se simentaria la justicia, el
orden, y la tranquilidad publica, si se dejasen impunes los crimenes que ne-
cesariamente acarrea tras de si todo hipocrita. Bien sabido es quanto daña la
hipocresia ála religion; pero todavia, parece, no haberse pesado bastante todo
el daño que ocasiona un criminal de estos á la sociedad entera. El, trastorna
los cimientos del edificio, que la necesidad y las luces hicieron edificar á los
desendientes de Noe, con el obgeto de que estando reunidos en familias no
tendrian que luchar ni contra las fieras, ni contra los foragidos de su misma
especie, que desconociendo las leyes sagradas del reposo y propiedad, ataca-
ban por alevosia ó por la fuerza para robar al que consideraban descuidado.
El se evade de las leyes mismas que la comunidad ha establecido para impedir
los delitos. El, abandonando todo remordimiento, aniquila el resorte mas po-
deroso de la moral, la conciencia; esa conciencia, cuyo freno contiene aún álos
mas libertinos. El, abusando de la amistad, clava el puñal en el corazón del que
decia ser su amigo, con tal que la estocada sea efecto de la traicion; para que
le quede luego lugar de llorar, aparentemente la muerte que el mismo dio, su-
poniendo haberla ocasionado otro. El, sobstiene la mentira, vitupera la virtud,
destruye la amistad, y abusa delo mas sagrado, que es la confianza; cosa tan
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