Page 13 - José de la Riva Aguero - Vol-2
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             Vida y obra de José de la Riva Agüero
            Parece que la divina providencia, por sus inescrutables juicios, permitió que
            todo el mundo se me declarase enemigo. En lugar de prestarme algun con-
            suelo, aún aquellas personas á quienes yo favorecia con mi silencio y firmeza,
            en medio de las mas aflictivas prisiones, y que la mas leve debilidad que se
            hubiese apoderado de mi, hubiera sido bastante para que me siguieren en la
            desgracia; estas mismas me negaron, me vitupearon, tratandome de necio por
            haberme expuesto á tantos riezgos. Todas las gentes con quienes me ligaban
            los vinculos mas estrechos de la amistad, me abandonaron, me olvidaron, ó
            me despreciaron. ¡Ah! Es necesario convenir en una verdad, aunque bastante
            terrible: la amistad, el cariño y la buena correspondencia no caminan en el
            mundo en razon directa con la virtud y consecuencia, sino en razon inversa:
            solamente prevalece la amistad en tanto que dura la conveniencia ó la espe-
            ranza que de ella se funda; y al momento en que esta vacila, bambolea la buena
            fe, y prontamente se busca otro obgeto que remplace el lugar que arrebató la
            calamidad. Practicamente aconteció conmigo todo esto: fui abandonado de
            las personas á quienes yo mas amaba y por quienes, tal vez, habia hecho mas
            sacrificios. No se perdonaron alevocias, pretextos, y quantas acciones villanas
            puede sugerir el corazon mas envilecido. ¡Que escuela tan digna de aprecio
            es la del infortunio! Allí se conoce, á ciencia cierta, lo poco que hay de virtud
            en la tierra, y quan engañados vivimos en todo. ¡Que de perjuicios no me han
            causado las mismas personas á quienes yo apreciaba!
                    Es inegable que la experiencia no se alcanza sino á costa de inmensas
            desgracias, pero tambien lo es, de que el hombre filosofo debe recibirlas con
            serenidad, pues de ellas deduce resultados, que jamas podria alcanzar. ¡Que
            contrastes hay en la naturaleza! La sociedad casi no ofrece otra cosa que fic-
            ciones. ¿A donde está la realidad?
                    En fin, consolemonos con que no toda la especie humana está igual-
            mente degradada. Hay siempre, aunque muy raras, almas penetradas de vir-
            tud. Entre estas, debo contar á tal qual persona que manifestó con interés por
            mi, pero debo advertir que cabalmente fueron aquellas mismas con quienes
            debia contar yo menos. ¿Que confianza se puede tener en la amistad, quan-
            do no se ha probado sufriendo lo que yo? Amigos todos en la prosperidad,
            é indiferentes ó enemigos en la adversidad. Llegó al extremo la felonia: no
            me dejaron, los que se llamaban antes mis amigos, ni el reposo ni los bienes.
            Convertidos en otros tantos auxiliares de los que me tiranizaban no suspen-
            dieron ó apoyaron su zana encubierta despues que los leones carniboros me



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