Page 175 - Vida y Obra de Vizcardo Guzman - Vol-1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             Vida y obra de Juan Pablo Viscardo y Guzmán
            aventadas de ella por el extrañamiento de los jesuítas, renovaría acaso el inmi-
            nente riesgo en que se llegó a ver la tranquilidad del Estado.
                    No es éste un terror pánico. Los regulares secularizados no han dexa-
            do de ser lo que eran cuando jesuítas. El espíritu de la Compañía ha sobrevivi-
            do a la extinción del cuerpo, según lo testifican el sermón predicado en Berlín
            en las honras de Lorenzo Rizzi, las Memorias del Marqués de Pombal, y sobre
            todo la Segunda memoria católica, tan justa y tan severamente condenada por
            el sumo pontífice. Los individuos en calidad de tales, si ha de darse crédito a
            los informes de don Josef de Azara baxo cuya inspección se hallan son inquie-
            tos y cavilosos; nada les cuesta la detracción ni la calumnia; persiguen oculta
            y venenosamente aun al mismo que es su bienhechor por humanidad, como no
            quiera la resurrección del cuerpo jesuístico; viven unidos, para proteger o come-
            ter delitos, con un enxambre de apóstatas de otras órdenes regulares; y, en una
            palabra, «son la verdadera infamia y deshonor del nombre español en Roma».
                    Aun quando fuera permitido apartar la vista de tantos horrores ¿qué
            ganaría la España en restituir a su seno unos hombres que, tanto por su pri-
            mera educación, como por la corte[dad] de sus recursos en el destierro, han
            quedado muy inferiores a lo que aquí havrían sido, permanenciendo jesuítas?
            En los días mas prósperos y espléndidos de la Compañía, cuando con las apa-
            riencias del bien arrastraba ella baxo sus banderas una innumerable caterva de
            estúpidos o ilusos, quando se encontraba por todas partes rodeada de admira-
            dores, secuaces y protectores; entonces mismo todos los verdaderos sabios la
            hacían la reconvención de que, siendo así que en todos tiempos y lugares las
            luces filosóficas y el cultivo de las ciencias exactas habían servido a disipar la
            espesa niebla de la ignorancia y la superstición, los jesuítas habían empleado
            las mismas ciencias y las mismas luces para promover la superstición y cubrir
            la ignorancia con un escudo impenetrable.
                    Aora bien, si sería tan ilegal, tan pernicioso, tan impolítico y tan inútil
            traer los ex jesuítas a este reyno, es fácil juzgar quánto más opuesto a los dictá-
            menes de la razón sería trasladarlos a Indias: a unos países menos ilustrados,
            a unos países donde, por su larga distancia de la fuente de gobierno, es poco
            vigorosa la observancia de las leyes; a unos países en que, por su vasta exten-
            sión, no es en modo alguno difícil substraerse de la vista de los magistrados,
            y, en fin, a unos países que antiguamente fueron el principal teatro del poder y
            de las intrigas de los jesuítas, y de los quales, en despecho de las más prudentes
            precauciones, no fué posible arrancarlos enteramente sin tumultos.



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