Page 22 - Vida y Obra de Toribio Rodriguez de Mendoza - Vol-1
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Volumen  1
                                                           Sobre una cátedra de Historia Eclesiástica
            los cuatro libros de las Sentencias era menester que el argumento se formase
            de este modo: la Teología se mantuvo en su perfección mientras se estudió
            la Suma de Lombardo y por ella ha recibido en nuestros días el esplendor, y
            hermosura que admiramos; este es el poderoso auxilio de que se sirvieron los
            doctos para sacarla de la aridez en que yacía. Pero V.S. sabe mejor que yo, que
            ningún hombre decente tomará en boca este argumento, porque temería y con
            razón, ser inmediatamente desmentido. La reflexión es verdadera y eficaz si
            se dispone de esta suerte; entre tanto que el Libro de las Sentencias es general-
            mente seguido; es la ocupación de los hombres, y galardón de todos jurar in
            Verba Magistri (medio el mas conducente para no saber cosa de provecho) se
            divisa la Teología en el exceso de la imperfección; pero luego que los hombres
            abandonan los caminos trillados de la escuela, y se dedican entre otras cosas,
            principalmente al cultivo de la Historia Eclesiástica acompañada de la crítica,
            renace la teología, y recobra su antiguo esplendor y hermosura. De aquí sale,
            que es mucho lo que sobrelleva la necesidad de la historia eclesiástica a cuanto
            pueda imaginarse en favor de los cuatro libros de las Sentencias.
                    Aquello de venerable antigüedad hace más cosquillas, y ¿cuál es esa
            venerable antigüedad? Yo puedo afirmar, que son cuatro siglos obscuros y
            bárbaros. Valen más quince años del siglo pasado o del presente, que todo el
            tiempo que corrió desde Pedro Lombardo hasta la restauración de las ciencias.
            Mayor estimación merece el maestro por su mérito personal que por el apre-
            cio que ha hecho de él aquella casta de gentes.
                    Restan las otras dificultades, pero no son tan sólidas, que arrastren
            nuestro ascenso. Para leer sobre el Maestro, no es preciso su cátedra; que un
            cura, por ejemplo, que quiera salir a oposiciones de Canongía, si él es buen
            teólogo, con que lea seis meses, o cuando más un año la Suma del Maestro,
            tendrá costeada una función lúcida. Además de esto ¿cuántos hay que sin ha-
            ber sido catedráticos del Maestro, ni menos haberlo estudiado, como se pre-
            tende han salido a oposiciones? o si siempre conviniera hablar todo lo que es
            lícito, y no fuera fácil confundir la libertad con el atrevimiento; ¡qué de cosas
            se dijeran! pero me consuelo, considerando que cuando V.S. lea esto le ocu-
            rrirán muy buenos pensamientos. Lo mismo digo de las lecciones secretas.
            Y si es necesaria la cátedra de las Sentencias para esto, ¿o es por el que lée, o
            por el que arguye?; yo me atrevo a afirmar que por ninguno. Estas lecciones
            están cargadas de cuestiones que en todos los libros vulgares de Teología se
            hallan, y así para leer como para argüir, no necesita más el verdadero teólogo,



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