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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
Vida y obra de Toribio Rodríguez de Mendoza
tengo que tratar, porque ciertas consideraciones me persuaden a que es muy
conveniente hacer a V. S. esta privada representación. Yo estoy oyendo, que
es apreciable la Historia Eclesiástica, y es de desear una cátedra de ella; pero
también es necesaria la del Maestro, y no por hacer un santo se ha de descom-
poner otro. Primeramente la obra del Maestro es la fuente de la Teología, y la
venerable antigüedad ha consagrado su estudio, y ha dado público testimonio
de su importancia en las más famosas universidades del mundo. Lo segundo
porque las oposiciones a las Canongías magistrales se han de hacer sobre el
Maestro, y siendo el Convictorio el que ha de contribuir los estudiantes para
todo este Reyno, se hace forzoso que se estudie el Maestro cuya cátedra es más
necesaria si se consideran los Grados en Teología; porque la lección secreta se
forma según las doctrinas del Maestro. Esto último es indispensable, porque
siendo nuestra universidad hija de la de Salamanca, es preciso se de una per-
fecta conformidad entre ellas, pues se opone a la razón que la hija siga sendas
contrarias que la Madre. Es cierto que el claustro de Salamanca en el método
de estudios que nuevamente ha dispuesto, estima en mucho la lección secreta.
Luego por ningún motivo podrá faltar la cátedra del Maestro de las Sentencias.
Estas son las poderosísimas dificultades que en diversas ocasiones he
oído a muchos; y sino me engaño, ellas harán todo el estribo de mi pretensión.
Yo he meditado sobre esto, y creo que es fácil reducir en polvo estos preten-
didos argumentos, y desaparecerlos de la vista. Empezando por el primero,
no se que quiere decir, que la obra del Maestro es la fuente de la Teología;
porque yo no conozco otras fuentes que la escritura, concilios, Padres, etc. Si
por esto se da a entender, que en ella se han bebido los conocimientos de la
Teología Escolástica, es preciso considerar ante todo lo que esto excita en la
memoria. Pedro Lombardo escribió en un siglo desdichado e ignorante, y es
de admirar que en esos tiempos hubiese un hombre tan docto. Luego que salió
a luz su Suma logró ser explicada en las escuelas, y si lo hubieran imitado sus
discípulos, y expositores, no hubiera padecido la Teología la infeliz decaden-
cia en que se mantuvo por tanto tiempo. A este general aplauso se siguieron
los elogios, y aprobaciones de varios Pontífices, y aún de un Concilio General.
Pero todo esto, y mucho más que puede decirse no prueba otra cosa, que la
Suma de Lombardo era en aquellos tiempos la mejor de todas; y de hecho ella
conserva alguna idea de la verdadera Teología. Mas nunca se podrá persuadir,
que en nuestros días es la obra mejor, y necesaria para ser Teólogo, ni Pontífi-
ce alguno dijo, ni pudo decir esto. Para demostrar la necesidad del estudio de
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