Page 234 - La Rebelión de Huanuco - vol 3
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Volumen  3
                        Autos seguidos sobre el descubrimiento de los autores de la rebelión de Huánuco - Segunda parte
            de suerte que se ridiculisaba quanto se decia; jamas pensaba nadie lo que aho-
            ra ha sido visto, yá por que no habian aparatos ní disposiciones marciales, y
            yá por que era bulgar y trillado el cuento de Casteli: así pues sucedió con mi
            parte, quien ya sea por vidas, ó por contemporisar con Beraun, le contó, que
            había oido, que Casteli venía por Maynas: disparate como lo demas que se ha
            hablado, por quanto a nadie sele oculta lo lato que está Huanuco de Maynas,
            y lo fragoso, espeso de su camino: si en esto pecó, parece que es digno de
            una pronta absolucion: lo primero, por que mi parte no tiene incunvencias
            con estraños lugares; lo segundo, que un mosos idiota sin mas giro que traer
            sigarros ¿quien podrá ocuparlo, y para que? Y lo tercero, que todo el mundo
            sabe, que jamas tubo noticia esta ciudad de lo que es artilleria, ni granadas; y
            si en el dado caso, que se niega, supuso, que habian dos cañones de artilleria, y
            granadas de oja de lata, su misma suposicion le acredita una recrépitez, ó una
            historia imaginaria, que mas causa risa, que el menor lugar pára ponderarlo.
            Lo cierto es que si tal artilleria, ó granadas hubieramos poseido en Huanuco,
            los Ynsurgentes no hubieran tenido lugar de asaltarnos, y saquearnos, por ser
            evidente que la falta de armas los animó á ello.
                    Si mi cliente le expresó a Beraun, que no saliese de guardia la noche
            que le tocaba, tampoco en ello dió indicio de infidelidad, ni de comunicacio-
            nes secretas por donde se realisase la Ynsurreccion; ya por lo que contesta al
            requerimiento que sele hace al sexto Capitulo desu confesión, ó ya porque su
            pusilanimidad, y las noticias corrientes de aquellos dias no eran otras, que los
            Pasquines, y soldados que se quartelaban, y los miraban sorprehendidos los
            leales. A causar malicia esas conversaciones, ó á tenerse á Carrillo por infiel,
            no se dificulta que en el progreso de la sublevacion hubiera representado su
            competente papel, por que quien vaticinaba (exceptuando lo que es casuali-
            dad, la no llegada Casteli, y la ninguna artilleria que se ha encontrado en la
            ciudad), lo propio que sucedio la noche del 22 de Febrero era muy regular que
            como a Apoyador de Alsados tubiese lugar entre ellos; es así que nadie conde-
            na á Carrillo por invitador de los Ynsurgentes, que se uniese á ellos, ni que se
            mesclase en sus saqueos; luego la consequencia es clara, que la conversacion
            no se redujo á otra cosa, que á cuentos de mosos, que si los apuramos, y nos
            arreglamos alas confesiones, y careos de Palomino, Zavala, y Velez, no sacaré-
            mos otra cosa en limpio que la de no haber havido tal conversacion.







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