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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
ques echasen toda su gente y el confesante con otro cacique compañero suyo
llamado Miguel Zúñiga no quisieron ir a echar la gente, antes se quedaron
en Tungasuca, esperando a que el Corregidor se lo mandase. Al día siguiente
ya vinieron los caciques con mucha indiada y vió el confesante que paraban
horca y él con Zúñiga se anduvieron admirados y en esto vieron entrar a Don
Francisco Cisneros con grillos y que corría la voz que había orden del Rey,
como el confesante vió traer así con grillos a Cisneros creyó sería por ahorcar
a éste; maliciando el confesante quiso escaparse, pero como son pasos precisos
los que hay y esta- /. 7v han (sic) tomados por los indios, estos le impidieron
y se vió precisado a volver, recogiéndose al mismo cuarto de la casa, donde
había estado y en donde había varios españoles presos y al otro día ahorcaron
al Corregidor; visto esto por el confesante ensilló su mula para irse y al pasar
el puentecito le detuvo Tupa Amaro y le dijo, que no se fuese, pena de la vida.
Al otro día salió el rebelde con otros varios para Pomacanche, en donde ha-
biéndole representado al rebelde que estaba muy malo le dio licencia y se fue
a casa de Don Juan Esteban Pacheco, legua y media de Pomacanche, en donde
se metió en la cama, porque iba medio tullido, donde se mantuvo tres días en
la cama; en esto vino Pacheco de la expedición ha que había ido el rebelde a su
casa y el confesante le dijo, no podía menos de ser traición del rebelde, pues
el Rey tenía otras personas de confianza de quien valerse, entonces se junta-
ron en casa de Pacheco Don Luis Oros, de Pomacanche, Don Hermenegildo
Delgado, Cacique de Acomayo, el Cacique del pueblo de Gualqui, cuyo nom-
bre no se acuerda Andrés Noguera, todos éstos después de la junta se citaron
para matar al rebelde, armándose de cuchillos en el obraje de Pomacanche, en
donde el indio estaba repartiendo ropa a cosa de seis mil indios y el confesante
comunicó esta noticia al Cura de Pomacanche, don José Yépez, que no pudie-
ron ejecutar esto porque los indios no le dejaron en todo el día; al otra día se
fue el confesante a su casa de Sicuani a la cama porque estaba malo, el rebelde
envió orden a Sicuani, para que fuese toda la gente aún los niños, haciendo
que se parase horca para el inobediente, entonces sus segundas juntaron la
gente, pero luego que lo supo el confesante los llamó y les hizo azotar, con lo
que contuvo algo la gente; los segundas /.8 fueron entonces a quejarse a Mel-
chor Castelo y su hijo que ya han muerto, y luego se quejaron a Tupa Amaro,
quien despachó un auto cometido a Tomás Gordejuela, vecino de Sicuani,
que inmediatamente lo quitasen el cacicazgo y pusieron a un indio en su lu-
gar, llamado Roque Surco, a pocos días fue otra orden para que lo llevasen a
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