Page 434 - La Rebelión de Túpac Amaru II - 5
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Volumen 5
La defensa del obispo Moscoso: Cargo 12º
responder de qualesquiera resulta y a este fin le dirijo por expreso a una per-
sona eclesiastica y me contestara el recivo en cumplimiento de esta orden.—
Nuestro Señor guarde a Vuesamerced muchos años. Cuzco y noviembre trece
de mil setecientos ochenta.— De usted afecto.— El Obispo del Cuzco.— Señor
Cura de Quiquijana Don Jose Melquiades Cordova.— Es copia de su original
dirigida al cura de Quiquijana Don Josef Melquiades de Cordova a que me re-
mito. Cuzco y noviembre catorce de mil setecientos ochenta.— Jose Domingo
de Frias Secretario.—
(Al margen: Carta del cura de Pampamarca Don Antonio Lopez Sosa
a Su Ylustrisima).
Ylustrisimo Señor.— Mi Señor.— El jueves a las siete de la noche, poco
mas me llamaron del pueblo de Tungasuca, para una confecion y haviendo
dicho, que por que no lo confesaba el doctor Bejarano quien estaba en dicho
pueblo en mi lugar se me replicó que queria el paciente confesarse conmigo.
Pasé y me hallé con que el que queria confesarse era el corregidor Don An-
tonio Arriaga. Hallelo cargado de priciones pregunte por orden de quien y
pude recabar que se me dijese fue unico el que era por orden real que venia
tan fuerte que se mandaba lo matasen como pudiesen. Porque no se perdiese
esta alma confeselo y auxilielo, como pude hasta el cadalso. Y di parte a Use-
ñoria Ylustrisima en esta carta volada para que no caresca de noticia.— Dios
guarde a Useñoria Ylustrisima muchos años. Pampamarca y noviembre once
de mil setecientos ochenta.— Ylustrisimo señor.— Beso la mano de Useñoria
Ylustrisima su atento capellan, siervo y amante subdito.— Doctor Don Juan
Antonio Lopez de Sosa.— Ylustrisimo señor Doctor Don Juan Manuel Mos-
coso y Peralta.—
(Al margen: Respuesta de Su Ylustrisima).
Acabo de recibir la que usted me escrive de once del corriente despues
de ocho dias de demora que ha padecido y no se a que atribuirlo. En ella me
participa, fue llamado a una confesion a Tungasuca y encontró que el que
queria confesarse era el corregidor don Antonio Arriaga, a quien confesó y
lo auxilio hasta el cadalso, sin haver podido comprehender otra cosa de este
suceso, sino que era orden real y venia tan fuerte que se mandaba lo matasen
como pudiesen. Este contingente funesto se comunicó en esta el dia siguiente,
el mismo en que usted escrive y me es de grave admiracion no huviese tenido
arvitrio de participarlo por una de las muchas vias o modos que podia presentarle
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