Page 340 - La Rebelión de Túpac Amaru II - 5
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Volumen 5
                                                           La defensa del obispo Moscoso: Cargo 11º
            debiendo los reales tributos y enfuresido le dijo, que sino los trayá pronto le
            ahorcaría en la Plaza publica; tambien solia decir que havia llegado el tiempo
            de la profecía de Santa Rosa de Lima, en que havia de bolber el reyno a poder
            de sus antiguos poseedores y que en este concepto, hiba a exterminar y dar fin
            con todos los europeos que existían en él.— En el lugar de Tungasuca le oy
            decir al rebelde con motibo de los cedulones y censuras con que vueseñoria
            ylustrisima le combinó y a todos sus sequases haziendo fijar los primeros en
            las doctrinas de sus diocesis las siguientes expresiones ¿Quien le metera al cle-
            rigote en estas cosas? No sabe que ha llegado el tiempo de la profecía? Cuide
            de su Yglesia, que bastante tiene que hacer. ¿Y quien habrá visto en el mundo
            meterse un obispo a formar compañías de clerigos y frayles con banderas para
            defender la ciudad? y exortaba a su gente diciendoles que a los yndios no les
            comprendían las excomuniones, pero no obstante en algunos hizieron tanta
            fuerza, que me consta abandonaron al revelde y se acogieron a las banderas
            del Rey. Nada tengo que añadir a vueseñoria ylustrisima a la respuesta que le
            doy en el capitulo anterior.— Allandome prisionero en la tienda del Rebel-
            de Tupac Amaro en el campo de Andaguayllas, vino un centinela de los del
            Exercito del propio Rebelde con un yndio que interceptó con una carta que
            llebaba de vueseñoria ylustrisima para don Pedro Santisteban, Cura de Urcos
            en que vueseñoria ylustrisima le prevenía las noticias con que se hallaba de la
            inmediazion del exercito y que para acordar las providencias correspondien-
            tes a la defensa del Cuzco, observase todos sus mobimientos y le diese quenta
            sin perdida de tiempo por lo mucho que convenia a la seguridad de la ciudad.
            Luego que el Rebelde leyó la carta se enfurecio echando excraciones contra
            vueseñoria ylustrisima asegurando a los suyos que si Dios le dejaba entrar en
            el Cuzco, la primera cabeza que havia de derribar havia de ser la de vueseñoria
            ylustrisima y enseguida embio a traer preso al Cura de Urcos y condujeron a
            su presencia y a la tienda expresada un clerigo del mismo pueblo que aun-
            que de distinto nombre hera del propio apellido pero no el parroco a quien
            hiba dirijida la carta y le improperó de palabras diciendole acerca de vuese-
            ñoria ylustrisima las mismas expresiones con que se produjo luego que abrio
            la carta y a la mañana siguiente cerciorado el rebelde de que no hera aquel
            clerigo a quien hiba dirigida, le hizo soltar de la prission en que le tubo en mi
            compañia. Por lo que dejo referido en el capitulo cuarto, infiero y no dudo
            que el rebelde sabia que vueseñoria ylustrisima le hazia la guerra lebantan-
            do compañias eclesiasticas para la defensa de la ciudad, pero ignoro quien le



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