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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            por las calles por buscar con que alimentarse caian improvisadamente muer-
            tos de necesidad sin el aliento ni aun para quejarse, espectáculo tan funesto y
            lastimoso que pudiera causar horror al corazón mas duro y bárbaro. El oido
            era aun mas mortificado con los incesantes gritos y rabiosos alaridos de los
            indios, y con los tristes clamores de los hijos pidiendo siemque que comer, sin
            ser dable en lo humano poderle ministrar cosa alguna. El olfato aun que en el
            principio se le hizo muy extrañable la pestilencia y hediondes, parece que ya
            se podia tolerar con algunas industrias; pero el gusto tuvo sin comparación
            mucho mas que padecer, por que estragado con lo amargo de las yerbas y raí-
            ces que se encontraban, la misma hambre hacia aun las cosas mas inmundas y
            abominables ultimamente el tacto que por lo regular pudiera padecer menos
            no se libertó de sus martirios. Este para mantener al individuo que lo poseía
            mientras estaba con vida, se vio precisado a palpar los huesos de los cadaveres
            hechos polvos después de no dejar los cueros mas despreciables ni cuanto
            podia haber a las manos por mas asqueroso que se viesen.
                    Todo esto asi referido por mayor ha sido causa de que esta ciudad tan
            opulenta y rica este hoy reducida a un corto terreno de pocas cuadras atrin-
            cheradas siquiera para conserbar su nombre, y que a no ser así, ya estuviera
            convertida en ceniza, con todos sus moradores, regulandose este como una
            de las cuatro partes que quedan enteramente destruidas hasta sus cimientos.
            El Comandante Segurola (que verdaderamente a su pericia militar se debe la
            existencia de la ciudad) hizo algunas tentativas y salidas por ver si podia re-
            chazar las fuerzas de los enemigos, pero no fue posible a causa de la multitud
            que ciertamente era excesiva, sin embargo de lo que me ha escrito un amigo
            que declararon algunos prisioneros, que cuando mas llegaria su numero hasta
            10.000, si esto fuera así, como habia de ser posible que los reveldes circunvala-
            sen la ciudad toda sin dejarle paso por donde se pudiese romper y desbaratar
            su cerco? No habrá duda en que los indios prisioneros hayan declarado de ese
            modo; pero quien sabe si con malicia rebajan el numero para que los nuestros
            no procurasen llevar tropas suficientes con que derrotarlos hasta ponerlos en
            fuga. Este mal concepto de creerse el corto numero de los enemigos ha hecho
            malograr muchas expediciones, con lo cual se han insolentado demasiado, se
            han apoderado de nuestras armas y con ellas nos estan haciendo la guerra sin
            que se sepa cuando tendra fin.
                    En estas lastimosas circunstancias ha querido Dios aliviarnos en algun
            modo de nuestras calamidades y miserias con el socorro que se presentó el



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