Page 345 - José de la Riva Aguero - Vol-1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             Vida y obra de José de la Riva Agüero
            sus caudales y con la sangre de sus hijos á salvar la España de la dominación
            francesa. Desde el año de 1810 caminaron, pues, perfectamente unidos ame-
            ricanos, y españoles.
                    En el dilatado tiempo de dos años no hubo una sola provincia en Amé-
            rica que se separase del resto de la Nación. Pero desgraciadamente triunfó en
            la Península la causa del usurpador. No quedando pura de su dominación,
            sino Cádiz y Cartajena, y estas amenazadas y casi en la evidencia de ser per-
            didas y lo que es más, disuelto el gobierno representativo, fugados sus miem-
            bros, quedó la América como una nave que engolfada en el Oceáno sin pilotos
            ni marinos, en medio de una horrorosa borrasca, pierden el timón y mástiles.
            ¿Qué camino le quedaba a ésta para salvarse sino recurrir a sus propios esfuer-
            zos? Continuando al capricho de las olas su pérdida era segura, y poniendo
            los medios de su salvación debía prometerse la esperanza de lograrla. Este es
            pues cabalmente el caso que es necesario considerar con la debida atención
            ¿Y puede haber quien desconozca los principios tan justos y racionales con
            qué la América emprendió su emancipación? Ruego a Vuestra Excelencia me
            diga sinceramente si en el fondo de su conciencia no los encuentra lejítimos
            y si acaso no lo fueron. ¿Por qué Vuestra Excelencia y sus jefes tomaron el
            partido de la rebelión en la península? ¿Porqué no obedecieron al gobierno
            supremo de la nación que era el de José I. ¿Luego Vuestra Excelencia y sus
            jefes que abrazaron ese partido que se llamaba nacional están en el caso de ser
            considerados criminales, como Vuestra Excelencia juzga a los americanos por
            haberse separado oportunamente de la autoridad que Vuestra Excelencia, sus
            jefes, y lo que es más, la mayor parte de la nación, había rechazado: o es nece-
            sario confesar que la nación española y Vuestra Excelencia han obrado como
            debían; y que la América igualmente no ha hecho más que imitar á esa nación
            y á Vuestra Excelencia.
                    Si después mudó totalmente el aspecto de la Península, fue cuando los
            ánimos de los americanos y españoles se hallaban sumamente irritados. No
            podrá Vuestra Excelencia dejar de convenir conmigo, en que para atraer los
            pueblos, puestos ya en revolución, á la obediencia no son los medios que dicta
            la prudencia y la política el de someterlos por la fuerza de las armas, de los
            saqueos, asesinatos o incendios. La franqueza la legalidad, el olvido reciproco
            de la animosidad en las guerras civiles, y en una palabra un término medio,
            entre lo antiguo y lo moderno, entre la exaltación de las pasiones y la apatía
            criminal, hubiera sido el único medio para conciliar los espíritus y proporcionar



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