“La publicidad de las deliberaciones de una Asamblea Parlamentaria proporciona las garantías de contener a los miembros de ella dentro de sus obligaciones a la vista de un juez inexorable e incapaz de engaño; asegurar la confianza del pueblo y consentimiento suyo en las resoluciones legislativas, e ilustrarlo en sus derechos; y proporcionar a los electores el conocimiento de la conducta de sus delegados y a la Asamblea la facultad de aprovecharse de las luces del público.”
J. Bentham
El 21 de agosto de 1855 el diputado José Gálvez presenta un pedido que es aprobado, previa dispensa del trámite de lectura y de envío a Comisión. La propuesta aprobada dispuso lo siguiente: “Autorízase a la Mesa para que haga una invitación privada a los periódicos e impresores de la Capital para que presenten las propuestas convenientes, a fin de crear un Diario de Debates o para que consagren a este objeto ciertas columnas de sus diarios; ofreciéndoles las garantías necesarias para que sus publicaciones tengan un carácter oficial”.
Los diarios de la época enviaban a su personal, a los cronistas parlamentarios para que tomaran nota de los debates durante las sesiones del Congreso. Los cronistas parlamentarios relataban lo acontecido durante la sesión. Este relato era un resumen, una crónica que se publicaba. Esto lo podemos ver, por ejemplo, en las publicaciones del diario El Comercio de aquellos años.
Luego de que el diputado José Gálvez hiciera la invitación, estas publicaciones, realizadas por los cronistas parlamentarios, pasaron a tener carácter oficial.
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El DIARIO DE LOS DEBATES más antiguo data de 1833, el mismo que se encuentra en la Biblioteca del Congreso. Se trata del Diario de los Debates de la Convención Nacional de 1833, con las deliberaciones de la Asamblea Parlamentaria designada para examinar y reformar, en todo o en parte, la Constitución de 1828.
Recién, a partir de 1860, encontramos colecciones del DIARIO DE LOS DEBATES, en donde se aprecia la forma narrativa de sus textos.
Como ya se ha señalado el cronista parlamentario hacía un resumen detallado, a modo de crónica, de lo que acontecía en la sesión. En algunos casos —seguramente en aquellos que consideró más importantes— reproducía la intervención de un diputado o de un senador. Estas publicaciones —realizadas por los cronistas parlamentarios y editadas por el diario El Comercio, y que a pedido del diputado José Gálvez en 1855 ya tenían carácter oficial— se constituyeron en el DIARIO DE LOS DEBATES.
Posteriormente, en la sesión del 24 de octubre de 1910, el diputado por Yungay, doctor Plácido Jiménez, formuló que los extractos de los debates que hacía el diario El Comercio, de la Convención de 1856, se publiquen por el Congreso como DIARIO DE LOS DEBATES, a fin de “subsanar, en cuanto es posible, esta verdadera necesidad para todos los que se interesen por conocer la historia parlamentaria del Perú”. El pedido fue acordado por la Cámara, lamentablemente no podemos dar fe de que esta publicación se haya realizado.
El señor Jiménez.— Excelentísimo señor: Al estudiar varios de los asuntos sometidos este año al conocimiento de la Comisión de Constitución, he podido apreciar la gran falta que hace “El Diario de los Debates de 1856”.
Sabe la Honorable Cámara que nuestra Carta Política vigente de 1860, tuvo como base la del 56, y ahí que, cuando uno quiere descubrir el fundamento de algún precepto constitucional, se encuentra con frecuencia con que es una simple reproducción del contenido de la Carta del 56 y no hay explicación alguna sobre su alcance ni sobre los motivos que le dieron vida.
Como no existe, por desgracia, “Diario de los Debates” de aquella época, pido a la honorable Cámara que autorice a la Mesa a fin de que haga imprimir en folletos, en el mismo formato que nuestro “Diario de los Debates”, los extractos que contiene el diario “El Comercio” de aquella época, porque así se podrá subsanar, en algo, esta verdadera necesidad que tenemos todos los que nos interesamos por conocer la historia parlamentaria del Perú.
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A partir de 1862 encontramos que el DIARIO DE LOS DEBATES se encuentra separado por Cámaras; la revisión o redacción de la sesión estaba a cargo de un empleado, quien tenía la denominación de redactor, y como tal la suscribía. Ya en esa época —1862 para adelante— la publicación de las sesiones se hacía en forma completa, muy similar a como ocurre en la actualidad.