Page 4 - Primeras Congresistas
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en Asia el Japón y China; en América los Estados Unidos, Brasil, México,
Venezuela, Argentina, Uruguay, Bolivia, Colombia, Ecuador y Panamá.
En dicho contexto internacional, el 7 de setiembre de 1955, durante el gobierno del
general Manuel A. Odría, el Congreso de la República, mediante la Ley Nº 12391,
reformó la Constitución vigente, otorgando la ciudadanía a las mujeres mayores de
edad que supiesen leer y escribir. La referida ley obedeció a una iniciativa del Poder
Ejecutivo, la misma que fue anunciada por Odría el 27 de octubre de 1954, al
conmemorarse el 6° aniversario de la denominada Revolución Restauradora,
propuesta que fue remitida a la Cámara de Diputados a través de un oficio del
coronel Augusto Romero Lovo, Ministro de Gobierno y Policía. En realidad, el doctor
Francisco Pastor, Diputado por Puno, en la sesión del 13 de agosto de 1953; y el
doctor Luis Osores Villacorta, Diputado por Cajamarca, en la sesión del 17 del
mismo mes y año, ya habían presentado sendos proyectos de ley en el mismo
sentido, los que se encontraban en estudio en la Comisión de Constitución. Como
refería el Diputado Manuel Sánchez Palacios: “En la Comisión no discutimos la
conveniencia de dar el voto a la mujer, eso ya no se discute; para nosotros el
problema era éste: si era oportuno, si era conveniente en estos momentos otorgar
el voto”. Ello reflejaba claramente el temor de la dictadura a que las mujeres
mayormente apoyasen a candidatos democráticos, como efectivamente sucedería.
Valdría la pena recordar algunos párrafos del dictamen de la referida Comisión, la
misma que elaboró una fórmula sustitutoria:
“No puede decirse que aquí ha prevalecido el criterio de la inferioridad
intelectual del sexo femenino, porque con orgullo podemos afirmar los
peruanos que las mujeres que nos dieron el ser y nos formaron
espiritualmente, para ser lo que somos, pueden colocarse en parangón, sin
mengua alguna, con las mujeres de cualquier otro país. La mujer peruana,
profundamente religiosa, amante de su hogar y patriota, ha revelado
siempre su intelecto, procurando que sus hijos lleguen a ser más de lo que
ella ha sido, e inculcándoles sentimientos religiosos, morales y
nacionalistas, constituyendo preciosos exponentes de lo que decimos,
Santa Rosa de Lima, Patrona de las Américas, Flora Tristán y Clorinda
Matto de Turner, María Andrea Parado de Bellido y las heroínas y héroes
de las diferentes etapas de nuestra Historia. En el país no es aplicable
aquella ironía de un ibero que afirma que la mujer no puede ser sino reina,
telefonista o estanquera. Actualmente, nuestras universidades se hallan
concurridas por señoritas que aspiran entrar al ejercicio de profesiones
liberales; que escriben en periódicos y revistas; publican libros; trabajan en
farmacias, clínicas y bibliotecas; en las fábricas y talleres; intervienen en el
comercio y desempeñan ocupaciones iguales a las de los hombres, tanto
en los establecimientos particulares como en las oficinas del Estado,
demostrando en todas esas actividades un claro sentido de responsabilidad
y del cumplimiento del deber. Por eso –repetimos- jamás se ha oído hablar
en el país de la inferioridad intelectual de la mujer. En forma especial
queremos referirnos con este motivo, a las maestras, a esas mujeres
abnegadas y dignas que en gran mayoría, sin tener en cuenta la exigua
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