Page 585 - La Rebelión de Túpac Amaru II - Vol-6
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
prometió decir verdad en todo lo que se le pregunte, y siéndolo que ante todas
cosas en qué lo empleó el sacrílego vil traidor José Gabriel Tupa Amaro, dijo
que lo hizo alférez de la tropa que levó en dicho pueblo y de que era capitán
Carlos Garzón, y que con este motivo mantuvo la gente dispuesta para que co-
adyuvase a las ideas del rebelde, pero tan contra de su voluntad que por no ir a
la batalla de Sangarará y a la de Piccho, del camino, quedándose con máxima
de los últimos, se volvió a su casa, como que le era repugnante tomar armas
contra nuestro rey y señor, y que aunque estuvo en Pucacasa no quizo llevar
escopeta y sólo condujo un sable por hacer la ceremonia de que era parcial del
injusto cacique, y así afirma que en ninguna de las funciones ha hecho daño
a persona alguna mediante las razones expresadas, y que para prueba de que
nunca estuvo con su voluntad en el partido enemigo, acaba de hacer la glorio-
sa demostración de juntar gente y conducirla de auxilio a Langui, para que se
aprehendiese y asegurase de dicho indigno José Gabriel y a su familia, como es
público y notorio, y que los apasionados de este maldito le acaban de quemar
su casa y espilaron todos sus bienes.
Preguntado que diga quiénes son los que han inferido los perjuicios
que relaciona en su antecedente respuesta, dijo que no sabe otra cosa sino que
los indios se unieron a hacerle dicho agravio.
Preguntado que exponga con individualidad y distinción quiénes le
acompañaban a José Gabriel en sus funciones militares, dijo que Carlos Gar-
zón, el coronel Molina, Juan Díaz Romero, capitán de Combapata, Pedro Ve-
nero Estanquero, que era en Tinta, Andrés Noguera, su pariente, Hermenegil-
do Rojas y otros infinitos que no se acuerda.
Preguntado si sabe dónde paran hoy Diego y Mariano Tupa Amaro,
dijo que tiene noticias que están reclutando gente en los pueblos altos para
ir a defender a José Gabriel y a su familia, lo que le oyó a algunos indios que
también se fueron en su busca.
Preguntado si en algunos de estos contornos sabe que tenga dado a
guardar o escondido algún cuadal el rebelde, dijo que lo ignora y nada más
puede adelantar que lo que lleva dicho bajo del juramento que tiene hecho, en
que siéndole leída su declaración se afirmó y ratificó en ella. Dijo ser de edad
de treinta años, y lo firmó conmigo y testigos con quienes actúo a falta de es-
cribano, y en este papel por no haber sellado.
Julián de Capetillo y la Sota
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