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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
y digo: que habiendo salido de aquella provincia con especial licencia a varios
asuntos, e igualmente a medicinarme a esta ciudad por el mes de agosto próxi-
mo pasado de 80, y estando en ésta hasta el de noviembre en que se principió
la rebelión suscitada por el traidor José Tupa Amaro. Yo en cumplimiento de
mi obligación pedí licencia a los del cuerpo de la junta de esta referida ciudad
para pasar a aquella provincia a aprontar a la gente de mi cargo, y defender
los dominios del soberano; a repetidas instancias me concedieron ésta el 4 de
diciembre, y el 5 salí de aquí con entrega que se me hizo por el administrador
de correos de los papeles del porte, y habiéndolo verificado hasta la distancia
de nueve leguas, y encontrando los caminos tomados por los enemigos, tiré
para Paucartambo a ver si por las cabecede esas sierras le encontraba conduc-
to: a las ocho leguas de dicho asiento rapataron los papeles y demás trastes de
mi uso y decencia, con muerte de un eclesiástico y cuatro compañeros como
más largamente consta de la certificación, que el comandante y justicia mayor
de aquel asiento que a mi pedimento me dieron; apareciendo en ella cómo me
he empleado según coresponde, y es debido a mi fidelidad, habiendo salido
en la útlima de las batallas herido en la cara, brazo, pie y espalda, de la que no
he podido hasta la presente restablecerme enteramente. No siendo esta la pri-
mera vez en que he hecho los deberes de mi obligación, si también la he acre-
ditado en varias ocasiones, como son las irrupciones que se experimentaron
en la villa de Puno, provincia de Paucarcolla, el año de 65, siendo corregidor
de aquella provincia don José Mortúa y en la de Lampa don José Antonio de
Rojas, quien puso a mi comando mil setecientos hombres, quedando pacífica
y quieta la ciudad de Chucuito y Puno. Y el año de 71, padeció la misma el
pueblo de Macarí y Cupi, de la jurisdicción de Lampa, por los caciques Gabriel
Cama y Juan Palaco, quedando castigados todos los culpados, como constan
de los autos que se remitieron a la capital de Lima, por el corregidor que en
aquel entonces lo era don Juan Antonio de Saldua, y de la certificación que el
citado me dió en ese entonces, con arreglo a lo que se practicó; y otros servicios
como en el establecimiento de reales alcabalas, que estuvo a mi cargo, sobre
que se originaron varios debates en los pueblos que no se traen a la considera-
ción de vuestra señoría ilustrísima por ser de poco momento. En este estado
señor, los alborotos, ladroneras y muertes cometidas por los rebeldes José, y
Diego Túpa Amaro, su hermano, y sus comensales, han sido tan terribles que
no caben en ponderación lo que se ha practicado por estos ladrones en todos
los vasallos, llegando a tanto su temeridad que ni aún han sido respetados los
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