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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
de su verdadera enmienda, fueron repetidos los informes y avisos de la que
estos traidores afectaban, para que retiradas las tropas que los habian castigado
y contenido, les fuese más fácil renovar sus inquietudes: y por tan justos recelos
los gefes y superiores de todas clases han clamado todo el año pasado por la ur-
gente necesidad de sacar de allí, á los menos las principales cabezas de esta ilusa
familia, sin que ni las suaves diligencias, ni los arbitrios que se han practicado,
hayan podido vencer la resistencia y fingidas escusas con que Diego Cristoval se
ha negado, aun á los partidos y ofertas mas ventajosas con que se le ha brindado.
Y aunque todos estos motivos justificaban la inalterable bondad del Rey para
rendir con su poderoso brazo á los que no se postraban por el agradecimiento
á sus beneficios, se disimularon, porque su real palabra empeñada en el indulto,
no se creyese olvidada en la resolución que estos antecedentes dictaban como
inescusable.
Avisó al mismo tiempo el Exmo. Señor Virey de Buenos Aires las justas
sospechas que tenía de que este obstinado caudillo había ocultado armas, y que
según sus cartas que se cogieron en la ciudad de la Paz, la intentaban sobreco-
ger, para acabar con sus moradores de todas clases y castas: y posteriormente
el Venerable Prelado de aquella diócesis, su Procurador General y otros, mani-
festaron la desconfianza, que siempre tenian, de sus dobles tratos. Siguieronse
otros no leves indicios de la ocultacion que se les imputaba de los caudales y
tesoros usurpados, sin que las reconvenciones que se les hacian, bastasen para
manifestarlos. Cometió despues Mariano, hijo de José Gabriel, conocido por
Tupac-Amaro, el atentado de sacar el 9 de Setiembre en la noche, con armas, del
Monasterio de Santa Catalina del Cuzco, á su manceba. Recibióse la sumaria
que el corregidor de Quispicanchi habia formado contra Andres Mendigure,
sobrino y primo de aquellos, por la destrucción de la capilla de Cañiamur, sus
objetos, y sediciosas persuasiones con que los declaró a los indios. Pero como
muchos de estos hechos, y otros de igual clase, no pasaban de un bien fundado
y prudente recelo, viendo que Andres y Mariano se vinieron despues á esta ca-
pital, y que á pesar de sus influjos, los indios se mantenian fieles y obedientes,
se continuó la condescendencia, y por no privarlos de las piedades que la so-
berana clemencia del Rey les habia dispensado, se dejó al tiempo la resolución,
dándoselo para volver en sí, y evitar la que iba haciéndose tan justa como for-
zosa. Nada se consiguió; pues Diego con osada intrepidez se atrevió á disputar
el pretendido apellido de Tupac-Amaro, al tiempo mismo de recibir en las cajas
del Cuzco el mes de Octubre último, la pensión de mil pesos, que liberal y
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