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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            Señoría Ilustrísima, no se debía comunicar con ellos; pero al mismo paso tenía
            entendido que esto debía ser en los casos ordinarios en que los excomulgados,
            por temor a esta pena, se abstienen y no provocan, mas no en unos casos ex-
            traordinarios e irregulares, en que el entredicho y censurado como el Rebelde
            sea un terrible enemigo que, con la espada en la mano y multitud de indios,
            ponía en ejecución sus amenazas y atrocidades, según todo sucedió con el
            expresado Rebelde.
                    Preguntado: cómo dice que su ánimo en la referida carta no era com-
            placer ni aprobar las inicuas ideas del Rebelde, cuando en las últimas clásulas
            de ella aparecen las expresiones siguientes: «Quedo pidiendo a Nuestro Señor
            y a Nuestra Señora por sus buenos sucesos, y que le guarde muchos años».
            Dijo: que el espíritu y sentido de las referidas expresiones debe ser diverso
            de la apariencia que representa; era conducente a alucinar al Rebelde y a su
            mujer, y de este modo contenerlos en su depravada resolución, y aquel en
            comprobante del celo y prudencia con que se había manejado el confesante,
            desde los principios de la Rebelión, siempre firme y constante en proteger a su
            Pueblo, defendiéndolo de las astucias y seducciones de los rebeldes, a fuerza
            de exhortaciones y consejos. Lo que hace constar, evidentemente, el no ha-
            berse sublevado dicho Pueblo, manteniéndose siempre leal y fiel a la debida
            obediencia de nuestro Monarca, en circunstancias de estar en el mismo centro
            como tiene dicho; el haber sus feligreses prendido a Antonio Bastidas, herma-
            no de la mujer del Insurgente, por la cual acción merecieron que el Señor Ins-
            pector General (José Antonio de Areche)  les diese las gracias y les obsequiase
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            con trescientos pesos, que se repartieron entre ellos. El haber últimamente
            resistido el confesante las repetidas pretensiones del Rebelde y su mujer sobre
            trasladar a su partido a los tres españoles que van citados y fueron Don José
            Becerra, Don Ignacio Calvo y Matías Molero; pues jamás logró su intento de
            que éstos se ocupasen en su servicio, sin embargo de sus terribles amenazas.
                    Preguntado: por qué en vez de haber tomado el medio que se refiere
            para evitar los daños que recelaba, no escogió el ocurrir a esta ciudad, o el
            de que se refugiasen dichos españoles a otros lugares seguros, dijo: que este
            último recurso era en aquella actualidad normalmente imposible, a causa de
            haber estado los caminos totalmente cerrados con dobladas centinelas puestas




            1 El cargo de Inspector General de las Armas era desempeñado por el Mariscal de Campo
            José Del Valle [Nota del editor de la primera edición]

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