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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
Vida y obra de José de la Riva Agüero
su espíritu y sacrificar a ella todas las demás, sin excepción alguna. Dentro de
dos o tres meses debemos tener resultados positivos y entonces obraremos en
conformidad con los sucesos. Toda otra marcha no me parece acertada. En el
entretanto disciplinemos y aumentemos nuestras tropas y convidemos a todos
los aliados a que cooperen con nosotros poderosamente, para caer después
sobre enemigo con una masa inmensa.
Tanto en la dirección de la guerra como en la ejecución de las medidas
conciliatorias con los españoles, puede servir el general Sucre a ese gobierno,
servicios que en épocas muy difíciles yo he apreciado mucho, porque el gene-
ral Sucre ha sido útil y puede ser útil siempre que sea empleado. Por último
diré a Ud, que en la instrucción que le he dado, en todas ocasiones, ha sido la
más sencilla, autorizándole para que obrase según su conciencia y buen juicio.
Es hombre que puede merecer una carta blanca, y ahora la lleva para el buen
éxito de su comisión.
Permítame Ud. que le encarezca lo que nos importa pedir auxilios a
Chile y a Buenos Aires, para que terminemos la guerra americana.
Ud. me convida para que vaya a dar un paseo a Lima. No estoy muy
distante de ir a tener la satisfacción de conocer a Ud. y de tributarle los su-
fragios de mi admiración; mas estoy pendiente de la resolución del Congreso
pues, aunque me creo autorizado a salir del territorio de la república, aún no
hay urgencia que me exija un paso tan aventurado. Tengo además la aprensión
íntima de que mi marcha a Lima puede ser mirada por mis enemigos con muy
mal ojo. Hubo un Bonaparte y nuestra propia América ha tenido tres césa-
res. Estos perniciosos ejemplos perjudican a mi opinión actual, pues nadie se
persuade que habiendo seguido la carrera militar como aquellos, no me halle
animado de su odiosa ambición. Ya mis tres colegas San Martín, O' Higgins e
Iturbide, han probado mi mala suerte por no haber amado la libertad y, por lo
mismo, no quiero que una leve sospecha me haga padecer como a ellos. El de-
seo de terminar la guerra en América me impele hacia el Perú, y me rechaza,
al mismo tiempo el amor a mi reputación; de suerte que fluctúo y no decido
nada porque los dos motivos opuestos me combaten con igual fuerza. Sin em-
bargo, me inclino a pensar que si es indispensable, el amor a la patria vencerá,
como ha dicho un antiguo.
Soy de Ud., mi querido amigo, con la más cordial adhesión, su atento
obediente servidor.
Bolívar
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