Page 6 - Rumbo al Bicentenario Año 2. Nº 3 - Febrero 2019
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Las premisas de análisis
          Lo primero que debemos reconocer es que la sociedad colonial fue una sociedad estratificada. En
          otras palabras, una sociedad en donde los diferentes grupos sociales tenían intereses divergentes de
          acuerdo a su ubicación dentro de la pirámide social que evidencia la huella innegable de los casi
          trescientos años de dominación virreinal. Esta fragmentación social explicaría esta diferenciación de
          motivaciones para participar de la guerra de independencia e intentar quizás una revolución popular.
          Estas diferenciaciones lo apreciamos en los documentos de la época:




             …estos servicios no son mirados con atención por los soldados milicianos de aquellos lugares,
             porque los insultos y atropellos que con repetición sufren ellos [los indios] son intolerables pues
             pasan a la esfera de crueldad. Juzgan estos hombres [los milicianos] que los indios no son iguales
             a ellos, sino de peor condición, que los negros esclavos, para que cumplan sus mandatos de
             servidumbre en lo general y si no lo verifican les infieren toda suerte de vejaciones con execrable
             abuso de sus facultades, y de la debilidad e ignorancia de los naturales. He dicho de peor
             condición que los esclavos, porque estos solo son mandados por sus amos, cuantos milicianos
        L os r ostr os de la plebe. B alance y nue v as per spectiv as rumbo al Bicentenario
             hay que han de hacer sus mandatos justos, o injustos sin pagarles cosa alguna, como es público y
             notorio, y se expusiesen por menor los acosos que se hacen sería molestar la atención de V.S.
             (Archivo General de la Nación del Ministerio de Cultura, 1819, f. 1-2.).



          En segundo lugar, esta sociedad tuvo una imagen    canalla, la turba, etc. Estas significaciones denotan
          contradictoria de la plebe justamente a causa de su   el carácter excluyente en el discurso político de la
          heterogeneidad. El pueblo estaba compuesto por     época plasmado en los discursos y en la prensa
          indios, negros, mestizos, castas e incluso españoles   peruana de las Cortes de Cádiz hasta el
          y criollos empobrecidos. Las mujeres, por su       protectorado del general San Martín.  Por ejemplo,
          condición de subordinación, también entrarían en   en una arenga de Dávalos difundida por La Gaceta de
          esta ecuación del mundo plebeyo. En palabras de la   Lima en 1815, a poco de haber sucumbido la
          época, a estos sectores plebeyos se les denominaba   rebelión del Cusco, se señala lo siguiente:
          como la chusma, el populacho, el bajo pueblo, la



              El pueblo es de ordinario una masa inerte y ciega que necesita el primer impulso para obrar, pero cuyo
              movimiento es casi siempre precipitado y violento; debemos pues todos por un principio de amor al
              soberano y por nuestro verdadero bien, contribuir en cuanto sea posible a dar a esta máquina inmensa
              la dirección más conveniente a su propia utilidad. Deben los genios superiores dotados de aquel instinto
              político que prevé los acontecimientos, manifestar a esos infelices el daño incalculable, los funestos
              desastres y la terrible efusión de sangre que siempre ocasionan una tumultuosa y siempre estúpida
              anarquía (Dávalos, 1815, pp. 3-4).



          En tercer lugar, es útil advertir en forma simultánea la presencia constante del actor político plebeyo
          en las páginas de la prensa; es decir, la recurrencia a las imágenes y representaciones de los sectores
          populares. En palabras sencillas, la constante inserción del fenómeno popular en los impresos
          ejemplificaría la importancia de la plebe en la configuración social y política de esta coyuntura
          histórica. Así, el miedo a una revolución popular estuvo siempre latente: en 1812, en Huánuco; en
          1814, en el Cusco, y en 1821, en Lima. Por ello, las élites criollas y la nobleza peruana prefirieron el
          ingreso del ejército de San Martín y una transmisión pacífica antes que una revuelta social de indios,
        05 |   negros y castas: lo que podríamos denominar una independencia negociada. Al respecto, la cita de este
          viajero es evidente:
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