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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
Vida y obra de Toribio Rodríguez de Mendoza
vivir, contribuiría sin lugar a dudas con su cuota de inteligencia para seguir
soñando un país que doscientos años después no logra consolidar ese ideal
republicano que hombres como él vislumbraron. Una escasez que, por cierto,
esa recopilación pretendía subsanar. Pero el tiempo, ingrato y cruel como lo
conocemos, ha querido que lo que ayer era una subsanación oportuna hoy sea
un instrumento de eruditos y especialistas, abultados tomos que acumulan
polvo en las bibliotecas. Con el transcurso de los años, esta valiosa recopila-
ción de documentos de y sobre Rodríguez de Mendoza ha devenido en pieza
para coleccionistas. Por eso hay que celebrar que ahora esta nueva edición, en
un formato acorde con los tiempos, no solo devuelva a su protagonista una
actualidad que merece y exige sino que además ponga al alcance de todos y no
solo de los eruditos los resultados de la búsqueda y rescate de esta suerte de
disjecta membra de una vida verdaderamente ejemplar como pocas.
Teólogo, parlamentario, abogado, catedrático de San Marcos, precur-
sor ideológico de la Independencia como ya se dijo. Toribio Rodríguez de
Mendoza reúne en su persona todos los títulos posibles que un hombre ilus-
trado de su tiempo y comprometido con él podría exhibir. Pero ese es apenas
un dato útil para una biografía o una entrada enciclopédica que de forma
incompleta nos hablaría del personaje fundamental que resultó ser este cha-
chapoyano ilustre en un momento clave, fundacional, de nuestra historia. La
personalidad histórica de este gigante de la República es todavía mucho más
importante y descollante de lo que las generaciones actuales sospechan, mu-
cho menos conocen.
La época que le tocó vivir a Rodríguez de Mendoza fue, como sabe-
mos, una de cambios y definiciones, sacudida por revueltas, rebeliones y gue-
rras. Un día una ciudad podía estar en manos de los patriotas y al siguiente
en la de los partidarios del rey de España, casi lo mismo que ocurría con las
lealtades. Y también fue un tiempo de nuevas ideas, por supuesto, que remo-
verán los cimientos del viejo virreinato peruano y a las que nadie fue inmu-
ne o indiferente. Mucho menos él que contribuyó como pocos a ese sacudón
ideológico y político. No olvidemos que nuestro personaje fue elegido diputa-
do a las cortes españolas en Cádiz, pero al disolverse estas su nombramiento
quedó sin efecto. Por lo que volvería a ser elegido nuevamente diputado en
el primer congreso peruano en 1822. Sin embargo, este hecho dice mucho
de la encumbrada posición y reconocimiento del que gozaba merced a sus
cualidades intelectuales. Cualidades que también lo llevaron a integrarse, por
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