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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
Guerrillas y montoneras durante la Independencia
José Ramon Tellez que despues de resivir todo, todo en abundancia para los
enfermos, le daba la mala invercion. Los soldados tenian un alimento malici-
mo y escaso: su desnudés llegaba a la inclemencia, y no les daba Tellez ni aun
las cobijas para abrigarse despues de tenerlas con suficiente vestuarios nuevo
que dió el Intendente Pasos. La sala de Cirugia no podia ser vista por nadie
por que su fetides no permitía asercarse a ella. Los Soldados comvalecientes
en un estado de languidéz se acogian ami para que los socorriese, lo verifiqué
gustoso, di parte al Intendente y puso remedio á estos males. Sin embargo de
hallarme en un estado de gravedad en mi salud me pongo en camino de Hua-
rás á Baños á activar la movilidad del ultimo resto de cargas, lo verifico por
medio del Capitan Basconcelos, a quien comicioné por mi enfermedad, y á
hombros de los peruanos, y en las bestias inutiles que se consiguieron se puso
todo en Yanahuanca. Nadie mas que Basconcelos, Camo y Ceballos me han
ayudado: ni comicionados jenerales, ni particulares, ni otro Intendente que el
del Cerro.
Todas las dificultades han sido bencidas por estos brazos auciliares
ganados y todo ha seguido sin quedar nada atras.
Mis males de gravedad me hicieron pasar a este punto á repararme;
y cuando crei hallar por la autoridad principal de este territorio, los aucilios
nesesarios para mi curacion y subsistencia me encuentro despojado de mis
bestias por el Señor Pardo de Zela, sin mas autoridad que la suya propia. El
Señor de Zela no podia tomar las bestias de un Jefe sin la Suprema Orden de
Su Excelencia que es el unico que puede disponer de los intereses de todo Ciu-
dadano y mucho menos cuando no soy acrehedor a que se me residencie, pues
mi conciencia y mi honor no me arguyen el menor remordimiento y seguro de
esta verdad reposa mi corazon en el descanso de mi ignocencia. Los chismes
de que se ha dejado llevar el Señor Zela por Don Tadeo Tellez, el Alcalde Ma-
rin de ningun honor ni reputacion publica, le han hecho proceder con terri-
bilidad, siendo lo mas sensible que en estos casos refluyen los prosedimientos
violentos sobre la cabeza del Govierno, pues para toda ejecucion se refrenda
su nombre, y hace sembrar en los Pueblos la desconfianza y la perdida del
concepto publico a que lo han hecho acreedor sus virtudes. El Señor Zela me
ha dejado entregado a la mendicidad: se ha negado redondamente a darme el
sueldo que me corresponde, y llevado de influjos como digo ha mirado con
el mas alto desprecio mi clase y mi comportacion. Los Pueblos por donde he
andado son buenos testigos; y si se me considera delincuente, estoy pronto a
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