Page 531 - Guerrillas y montoneras durante la Independencia - Vol-1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
Guerrillas y montoneras durante la Independencia
las inmediaciones del Pueblo de Cotaparaco, donde á mis muchas instancias,
y reflecciones que les hasia, de que ya estaban perdidos, y cercado por dere-
cha isquierda, y retaguardia, que era imposible el escaparse sin perdida de sus
vidas, me contestaron, que era cierto, y que ió correria el mismo peligro por
el ningun conocimiento, que los Patriotas tenian de mi persona; pero viendo,
que no cedia el entusiasmo de los vecinos en botar galgas, disparar algunas es-
copetas, que tenian, les prometi á los enemigos bajo de la palabra de honor que
me largasen para ir á parlamentar con ellos, y que en esta virtud nadie perece-
ria; rezelosos de mi propuesta; se denegaron, por desconfiar, que aunandome
con los Patriotas me quedase entre ellos, y los hisiese acecinar, obligandome á
que bajo la palabra de Vuestra Excelencia les asegurase las vidas entonces les
afirmé con mi palabra de honor, que en aquel lance no pereceria nadie, Fiados
en esto me largaron en compañia del Capitan Don Vicente Añeses; me dirigí
al costado izquierdo, y subí hasta media falda con un pañuelo blanco á modo
de Bandera de paz, hasiendoles ver, que era un oficial de la Patria contrario a la
quadrilla enemiga, y que venia preso entre ellos; pero era tanto el entusiasmo
de estos, que mas y mas se empeñaban en dispararme hondasos, presumiendo
alguna traicion hasta que me puse en fuga. Oportunamente tomé tres fusiles
a los sublevados a tiempo que una piedra disparada del monton de los agre-
sores me hirió en la cabeza, cuia llaga he hecho registrar luego que llegué á
este Pueblo. Cargado con los fusiles me encaminé dejando herido de una bala
de escopeta al Theniente Cenoclio, al sitio donde se hallaba el Presbitero Don
Gavino de Uribe, dandoles presente, que yá estaban rendidos los contrarios, y
que se apoderasen de las armas, lo que verificado, marchamos para el Pueblo
de Cotaparaco. Al dia siguiente 27 salimos para el de Ayja sin permitirse hasta
entonces mando alguno por sospechoso, y solamente pasaba lista á los prisio-
neros tarde y mañana. El 28 descansamos en Ayja, y para salir de este Pueblo
fuí á ver al herido Cenoclio, por si podia caminar, y hallandolo incapaz de
haserlo, solisité á un Saserdote para que pasase á confesarlo, y exortarlo, como
se hiso, y lo que contestó el herido, fué, que no se confesaba, por que havia
jurado de morir matando (propias producciones de su vil alma) El 29 salimos
para el Pueblo de Huaráz, donde entramos despues de oraciones conducidos
por nuestra escolta de tropa y vecinos de esta Poblacion que nos encontró en
el camino. El triunfo, y demostraciones de Jubilo con que fuimos recividos de
este vecindario; mejor que io informará á Vuestra Excelencia el Señor Maris-
cal de Campo Don Toribio de Luzuriaga, Precidente de este Departamento.
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