Proyecto de Investigación Arqueológica e Historia del Congreso

La Antigua Plaza de la Inquisición

La Época Colonial

Fue esta plaza una de las tres plazas principales de la Lima colonial y la segunda en importancia luego de la plaza mayor de Lima. En sus contornos se afincaron algunas de las instituciones de mayor trascendencia en la vida civil y religiosa del Perú colonial y aun republicano. No es exagerado afirmar que gran parte de la historia del Perú discurrió en torno de esta plaza.

La Plaza del Estanque

Desde los primeros años de la Colonia, a partir de la fundación de Lima, las informaciones existentes sobre sus orígenes son sumamente escasas. Las referencias documentales señalan que la zona era conocida inicialmente como del "Estanque", probablemente debido a la existencia de un reservorio de agua en aquel lugar; este reservorio o estanque mas propiamente, debió ser parte de la red hidráulica asociada a un primitivo ramal del canal de Huatica que pasaba por dicha zona. Es conocido también, que en esta zona el conquistador Francisco Pizarro, tenía su huerta, conocida como "Huerta del Estanque" en los terrenos – que según José Gálvez (1943:33)- , serían luego los barrios de la Universidad y del Colegio Real.

La planta trapezoidal de esta plaza - conocida en aquellos años como la "Plaza del Estanque" -inusual para la planificación prevista de la ciudad de Los Reyes , que propendía en cambio a un trazo rectilíneo y una conformación llamada de "damero" o de cuadriláteros, tal como fue establecida inicialmente por el propio Pizarro, ha hecho sugerir a algunos investigadores la posibilidad de que en dicha área existiera algún tipo de edificación o estructura prehispánica que acondicionara esta forma resultante. En el mismo sentido se ha sugerido también, que la planificación urbana de la Lima colonial se adecuo a la previa existencia de caminos y acueductos prehispánicos, los cuales finalmente modelaron muchas de las calles y plazas que se establecieron en estos primeros años de la Lima hispánica.

La Plaza de la Inquisición o del Santo Oficio

Con el transcurrir del tiempo y el consiguiente progreso de la ciudad, alrededor de esta pequeña plazuela se erigieron diversos edificios e instituciones coloniales que hicieron que esta se convirtiera en la segunda plaza en importancia de la ciudad. Efectivamente, hacia el lado Sur de la misma, se edificaron los ambientes del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, razón por la cual esta prontamente sería luego conocida como la Plaza del Santo Oficio o mas comúnmente como la Plaza de la Inquisición, denominación esta ultima que se convertiría en una de las mas usadas para referirse a esta plaza. Esta temida y respetada institución comenzó sus actividades en el Perú alrededor de 1570, luego de haber estado su local inicial frente a la Iglesia de la Merced, fue luego trasladada a la plazuela del Estanque, donde son finalmente erigidos sus ambientes principales, entre ellos los aposentos para los estrados, la cárcel, las oficinas, la casa del inquisidor y una suntuosa capilla con puerta hacia la plazuela misma.

Hacia el lado Este de la plaza, fue instalado el Hospital de San Cosme y San Damián, a cargo de la hermandad de la Caridad, razón por la cual fue mas comúnmente conocido como el Hospital de la Caridad. Esta hermandad fundada hacia 1559, tenía por objeto la noble tarea de curar a mujeres enfermas, tanto españolas como mestizas, mulatas y aún negras congas, además de recoger a doncellas mestizas que coadyuvasen y sirviesen en esta labor a cambio de la asistencia que les brindaba la propia hermandad.

En la misma cuadra de la Iglesia y del Hospital de la Caridad, pero hacia el lado norte de ella, se había establecido desde 1550 la Casa de Recogimiento para jóvenes mestizas conocida con el nombre de San Juan de la Penitencia. Hacia 1570 esta institución estaba casi extinguida, por lo cual el Virrey Toledo asignó este local para el funcionamiento de la Real Universidad de San Marcos en 1576, aunque la inauguración oficial se realizó recién el 25 de abril de 1577, día del patrón de la Universidad, con asistencia del propio Virrey Toledo, acompañado de la Real Audiencia, cuerpo de eclesiásticos y gente principal de la ciudad.

La Plaza de las tres virtudes teologales

El cronista Fray Antonio de la Calancha, quien dedicó muchas de sus paginas a la descripción de la Lima de comienzos del siglo XVII, indicaba sobre la Plaza de la Inquisición, que:

"Esta es una plazuela que debe ser memorable, por que en ella están los tres palacios de las tres virtudes teologales, Fé, Esperanza y Caridad; la Fé en el palacio y casa del Santo Tribunal de la Inquisición; la Caridad, en la casa que tiene este nombre continua con la Universidad, erario de varias misericordias, salud, estado y remedio de doncellas y mujeres pobres, en dos Colegios Recoletos y de pobres vergonzantes en toda la ciudad; la Esperanza está en la Universidad, donde los excelentes sujetos avivan los trabajos y continúan los estudios esperando unos las guarnachas, otros las mitras, muchos aprenden esperando premios y conversión de infieles y mejora de católicos y todos esperan onras o premios..."

El conocido cronista de la Colonia, Fray Bernabé Cobo en su obra "Historia de la Fundación de Lima" indicaba que hacia comienzos del siglo XVII, eran tres las plazas principales de Lima, a saber la plaza Mayor , la plazuela de Santa Ana y la plazuela de la Inquisición, estas dos ultimas de menor tamaño pero también albergando igualmente en sus linderos importantes edificios de la época.

De la plaza de la Inquisición refiere textualmente Cobo, que a ella::

"... llamamos Plazuela del Santo Oficio y de la Universidad, porque están en ella las casas de este Santo Tribunal y las escuelas (de San Marcos)... esta adornada de edificios graves, porque tiene a un lado las casas del Santo Oficio, al otro el hospital de la Caridad y la Universidad, y respecto de los estudios es muy frecuentada. Las otras dos aceras son de muy buenos edificios, con muchos balcones y ventanas..." Cobo, (1639)1882:59

En el centro de la Plaza, fue instalada una fuente de agua, lo que permitió a muchos vecinos el acudir a ella, pues sus aguas venían provenientes directamente de las surgentes y manantiales de la Atarjea, por medio de un acueducto abovedado de cal y ladrillo construido específicamente con este fin, pues las aguas que circulaban por los canales a tajo abierto eran totalmente inapropiadas para su consumo y aun las del propio rió Rimac eran reputadas como indigestas o causantes de varios males. Precisamente para el mejor funcionamiento de este acueducto señalado se construyó en las cercanías un reservorio conocido como la Caja de Agua de la Caridad, llamada así por encontrarse en las inmediaciones del colegio y hospital del mismo nombre, y desde donde se distribuía el agua por medio de cañerías de arcilla hacia la fuente de la plaza y a otros puntos de la ciudad. En el plano elaborado por el padre Pedro Nolasco hacia 1685, es posible apreciar la ubicación y características principales de esta fuente.

Durante la vigencia de la Colonia, la Plaza de la Inquisición fue escenario de varios de los mas importantes actos conmemorativos relacionados con la Universidad y con el Santo Oficio, muchos de estos actos eran siempre presididos por los distintos Virreyes que gobernaron alternadamente el Perú. Algunas descripciones de la época, indican un gran boato y magnificencia en estas ceremonias, especialmente cuando el Virrey asistía a los solemnes actos dentro de los ambientes de la Real Universidad de San Marcos. En estos actos públicos acostumbraba asistir las corporaciones coloniales mas importantes de la ciudad y lo mejor de la nobleza limeña.

Demás esta en señalar que todos los Actos de Fe, desarrollados por la Inquisición, iniciaban el recorrido desde su propia sede en la Plaza, por lo que esta fue a lo largo de varios siglos testigo de estos penosos como soberbios espectáculos, donde tantos inocentes sufrieron la ignorancia y fanatismo de toda una época.

Una curiosa anécdota es referida para este periodo, aunque algunos historiadores la han tenido como no cierta, esta se ha perdurado en la tradición popular, reflejando de alguna manera los sentimientos que la población limeña tenía sobre la propia Inquisición. Referencias sobre este hecho las encontramos en el viajero y marino ingles William Stevenson (1829) y en los "Anales de las Inquisición de Lima", escritos por el gran Ricardo Palma (1897). En este ultimo trabajo Palma dice al respecto:

"Premunidos en sus privilegios, llegó ocasión en que los inquisidores se atrevieron a llamar a juicio hasta el representante de la corona. Citado a comparecer ante el Tribunal el marqués de Castelfuerte, se hizo escoltar hasta la puerta por una compañía de sus guardias y dos piezas de artillería. Penetró en la sala de audiencias, colocó su reloj sobre la mesa y previno a sus señorías que, si antes de sesenta minutos no había terminado la sesión y salido él a la calle, sería cañoneado el edificio. Dicho esto, tomó asiento y contestó a las futilezas que se le preguntaron. Inútil es añadir que media hora después el virrey se retiraba tranquilo"

 

La Plaza de la Universidad

En los primeros días a la llegada del Ejército Libertador a Lima, la Plaza de la Inquisición, fue una de las plazas elegidas por el propio San Martín para la proclamación de la independencia del Perú el 28 de julio de 1821. En esta oportunidad, el acto de proclamación fue idéntico en todas las plazas indicadas, al que se realizó en la Plaza Mayor de la ciudad. Posteriormente, como era costumbre de aquella época , la Universidad de San Marcos programó un solemne acto de recibimiento para el general San Martín como Protector del Perú. Este acto se realizó la tarde del jueves 18 de enero de 1822, en aquella ocasión el general San Martín y su comitiva desfilaron desde Palacio de Gobierno hasta la Plaza de la Inquisición, lugar donde se ubicaba el local principal de la Universidad de San Marcos. La ceremonia central se realizó en el tradicional Salón General, que anteriormente había servido solo para las discusiones académicas. (Valcárcel,1989:384)

La proclamación de la independencia nacional y la consolidación del ejército de San Martín, llevó a que muchos patriotas consideraran indispensable el establecer una Constitución que organizara políticamente a la naciente republica, encarnándose en sus páginas los mas altos ideales de libertad e independencia, propios de la época. Así, el general San Martín, en concordancia con estos nobles deseos, en un decreto fechado en diciembre de 1821, convoca a un Congreso Nacional Constituyente, para lo cual fueron considerados como los mas adecuados, los ambientes de la Universidad de San Marcos ubicados en la Plaza de la Inquisición, pues esta prestigiosa institución contaba en aquel entonces con dos amplios recintos apropiados para este tipo de actos públicos, como su espaciosa Capilla apta para recibir hasta 500 personas o el Salón General, con capacidad aun mayor, dado que podía albergar unas 800 personas.

A pesar de esta convocatoria pública, el Congreso recién pudo instalarse el 20 de septiembre de 1822, logrando conformar la Suprema Junta Gubernativa, conformada por el general José de la Mar, don Manuel Salazar y Baquíjano y don Felipe Alvarado, como también llegar a promulgar las Bases de la Constitución Política de la Republica Peruana, el 17 de diciembre del mismo año. En aquella oportunidad, la Capilla de la Universidad fue la sede de las primeras reuniones de esta Asamblea Legislativa.

Con la perdida de autoridad del Tribunal de la Santa Inquisición en los primeros años del siglo XIX y su posterior clausura, la plaza otrora regentada por el orden y la disciplina, fue paulatinamente convirtiéndose en un amplio mercado, donde imperaba en cambio el desorden y el hacinamiento, pues no se contaba en aquel entonces con ningún tipo de acondicionamiento para la realización de esta actividad comercial. Así, luego de la instauración del Protectorado de San Martín y la elección del amplio local de la Universidad de San Marcos como sede del primer Congreso republicano, el Ministro de Gobierno, Bernardo Monteagudo dispuso por la urgencia del caso el traslado de este mercado hacia otro punto de la ciudad donde precisamente se les pudiera brindar las facilidades y comodidades necesarias a los comerciantes locales para continuar con el imprescindible expendio de abastos.

Fue Monteagudo en esta decisión, un gran previsor de los futuros mercados tan modernos como higiénicos que las nuevas épocas demandaban, así como también un claro promotor de nuevos hábitos y costumbres republicanas, pues prefirió llamar a la antigua plaza de la Inquisición, como la Plaza de la Universidad, mucho mas acorde con este período de libertad y emancipación. Entre las consideraciones expuestas por Monteagudo, hay algunas que refieren directamente al estado de la plaza en aquella época, las cuales además nos brindan una descripción realista de ella. En un decreto firmado por él mismo, en 18 de junio de 1822, entre otras cosas señala que:

" La plazuela de la Universidad y sus calles inmediatas, donde hoy se halla el mercado, ofrecen la vista mas desagradable de toda la población: el paso de los transeúntes, casi siempre embarazado; los comestibles, esparcidos por el suelo, sobre esteras en que es imposible evitar la aglomeración de inmundicias, ni preservar la buena calidad de los alimentos; el piso, cubierto de tropiezos e irregularidades, por la necesidad que tienen los vendedores de colocar una especie de toldos, para ponerse al abrigo de las estaciones; por ultimo, el desorden que es consiguiente a la confusión de asientos sin método ni comodidad alguna_ son inconvenientes que exigen por sí solos un pronto remedio, prescindiendo de la necesidad que actualmente hay que mudar el mercado, por la aplicación que se ha hecho de la Universidad para las sesiones del Congreso."

 

La Plaza de la Constitución

No fue esta la única disposición adoptada por el siempre activo y perspicaz ministro Monteagudo, pues a los pocos días resuelve cambiar el antiguo nombre de la plaza, por el de Plazuela de la Constitución, a fin de perpetuar el nacimiento de la nueva republica peruana y especialmente de la instauración del flamante Congreso. Además, de este cambio de nombre se proyectó la construcción de un monumento central, a manera de columna romana, coronada con la efigie de San Martín y en la que se resaltaría la fecha de instalación del Congreso, así como los actos de mérito que en el se desarrollen.

De esta manera, el 6 de julio del mismo año, firma otro decreto disponiendo este cambio, el cual a la letra dice:

" Para el 10 del que rige debe removerse el mercado de la plazuela denominada de la Universidad, y mas comúnmente de la Inquisición, a los lugares que designa el decreto de 18 del pasado. Aquel sitio será tan memorable en lo sucesivo, como ha sido antes odioso, por hallarse en él situado el tribunal del Santo Oficio, donde han gemido tantas victimas bajo el imperio de la superstición y de la tiranía política. Sus calabozos eran, en los últimos tiempos, la mansión de los mas ilustres patriotas; y desde el fondo de su lóbrego y mortífero recinto, se han elevado clamores que no han dejado de ser oídos. La Inquisición y los inquisidores ya no existen entre nosotros : en su lugar, la Alta Cámara administra justicia, respetando las leyes que emanan de la naturaleza; y cerca de este lugar, va por ultimo a reunirse el primer Congreso peruano. Justo es que se conserve la memoria de las causas y época de este cambiamiento, y que el paraje a donde tantos se han acercado temblando de horror, ofrezca un monumento, cuya magnificencia se aumente en cada año... Por tanto – el Supremo Delegado, ha acordado y decreta – 1· La plazuela denominada antes de la Inquisición, se llamará en lo sucesivo Plazuela de la Constitución.- 2· En su centro se levantará una columna por el modelo de la columna Trajana, y con las modificaciones del diseño que se dé, restableciéndose cerca de su base la fuente publica que antes existió allí. – 3· La columna será coronada por una estatua pedestre que represente al Protector del Perú, señalando el día en que se proclamo su libertad, realzado en el pedestal con caracteres de oro. – 4· En la base se inscribirá el día en que se instale el Congreso Constituyente del Perú. – 5· Se sobrepondrá a la columna, en cada año, un anillo de bronce dorado, en que se inscriban los acontecimientos mas memorables de él; y esta solemne ceremonia se practicará en los aniversarios sucesivos de la instalación del Congreso, para que la posteridad encuentre en ellos la historia de los sucesos que hayan influido en su destino..."

Lamentablemente, ninguna de estas disposiciones fue cumplida, pues Monteagudo poco tiempo después fue finalmente destituido y como seria característica de todo el siguiente periodo republicano, muchos decretos no pasaron del papel, circunstancia básicamente debida a la precariedad de las instituciones y la permanente inestabilidad política que caracterizó a el Perú durante casi todo el siglo XIX. Sin embargo, por algún tiempo la nueva denominación fue usada y muchas de las consideraciones de orden patriótico para la ubicación de la columna y la estatua de San Martín, fueron en cambio apeladas para la erección del monumento a Bolívar como Libertador del Perú, por el Congreso Constituyente de 1825.

Similar a lo ocurrido anteriormente con San Martín, el propio Bolívar ya investido del título de Libertador del Perú, fue también invitado a asistir al Recibimiento que le brindaba la Universidad de San Marcos en su propio local de la plaza de la Inquisición, ya conocida ahora como plaza de la Constitución. Este acto realizado el 3 de junio de 1826, se desarrolló en la mas estricta formalidad republicana, pero no por ello escaso de pompa y espectacularidad. De acuerdo con el historiador Carlos Daniel Valcárcel, que describe esta ceremonia:

" La parte mas interesante fue realizada en la tarde. Pasadas las tres, una comisión constituida por diversas Corporaciones se dirigió a Palacio con el fin de sacar al Libertador y conducirlo al recinto de la Universidad. Bolívar iba en un coche, con su Consejo de Gobierno, formado por La Mar, Unanue y Larrea y Loredo. Seguían los miembros de la Corte Suprema y de la Corte Superior, la Municipalidad, el Arzobispo y su Cabildo Eclesiástico, los Catedráticos de la Universidad, las diferentes Ordenes religiosas, encabezadas por sus Prelados, los Colegios, el tribunal de Cuentas, los funcionarios de la Hacienda Publica, de Minería y demás corporaciones de la ciudad: iban vestidos con sus ropas de gala, formando un conjunto impresionante.

Como adecuado marco, una brillante escolta militar desfila a caballo y a pie, marchando delante, detrás y a los costados de la comitiva oficial, Otro grupo estaba ya ubicado en la plaza de la Inquisición o de la Constitución, cuidando de la ubicación de los coches y de mantener el orden. El desfile se realizó a lo largo de las históricas calles de Arzobispo y Zárate. En la puerta principal fue colocado un grupo de infantería para oficiar de centinela en este sitio y en el interior de la Universidad." (1989:444)

Sin embargo, contrastando con el lujo de estas ceremonias públicas, algunos de los mas importantes edificios existentes en la Plaza comenzaron a decaer en el mantenimiento de sus instalaciones, como es el caso mas evidente con el local del Santo Oficio, pues luego de su clausura en 1813, es violentamente saqueado por parte de la población limeña que ya había comenzado a detestar esta contradictoria institución. Algunos de sus ambientes, antes temidos por todos los habitantes de Lima, fueron luego usados como alojamientos de tropas básicamente de aquellas que eran parte del ejército patriota, situación que muchas veces se torno bastante caótica especialmente en el recrudecimiento de la guerra contra las fuerzas realistas y durante los frecuentes períodos de inestabilidad política posteriores.

Según el viajero Robert Proctor, contemporáneo con estos hechos: "...este edificio ha desmejorado mucho, (es notable aun) por sus puertas macizas, y una inscripción en ellas para justificar la propagación del cristianismo al filo de la espada. En los calabozos y cámaras interiores se exhiben instrumentos de tortura y argollas y cadenas con que los reos eran atados a las paredes. Últimamente la Inquisición ha sido utilizada por tropas de la guarnición de Lima" (1824)1971:196

Otro viajero, Rene Lesson, quien logró conocer la Plaza precisamente en este período, decía sobre ella que ésta se encontraba empedrada de manera similar a la plaza Mayor y otras áreas de Lima. Así indicaba que:

"La plaza de la Inquisición se llama hoy día de la Constitución. Tiene forma triangular...el pavimento de las calles se compone de redondos pedruscos, arreglados simétricamente, aunque fastidiosos para las personas que van a pie." 1971(1823):345


La Plaza del Mercado

En los inicios del periodo republicano , la Plaza de la Inquisición mostró pocos cambios importantes, pues en general la mayor parte de los edificios circundantes mantienen sus formas originales. Los proyectos de remodelación y ornato dictados por Monteagudo, fueron en la practica desestimados, pues la plaza misma terminó convertida en el mercado principal de Lima, conservando las mismas condiciones de desorden e insalubridad de los años anteriores. En este tipo de mercados se expendían un gran numero de objetos diversos, abundando los de carácter alimenticio o de pan llevar, que los propios indios chacareros, ganaderos o pescadores, transportaban hacia estos puntos, lo que de hecho significaba un importante ingreso en sus modestas economías. Hecho resaltante lo constituían los pescadores, quienes hacían transportar su mercadería por sus esposas desde puntos lejanos como Ancón o Chorrillos, partiendo para ello muy temprano de estos pueblos a fin de que el pescado llegue fresco a los puestos de venta. (Vallejo, 2000 Ms).

Un viajero de la época ,el ingles Robert Proctor, quien llegó a presenciar estas curiosas escenas, indicaba que:

"Los mercados son las partes mas sucias de la ciudad y están atestados de negros que cocinan platos sabrosos al aire libre para vender a los transeúntes. Traen el pescado en canastas mujeres indias de la costa, principalmente de Chorrillos. Los vendedores de fruta y legumbres los extienden por el suelo bajo un enorme paraguas de lona: estos productos son traídos por esclavos desde las chacras y huertas de los arrabales..." (1824)1971:196

En realidad la existencia de vivanderos y diversos vendedores en la plaza data de alrededor de 1799, cuando el en aquel entonces Virrey del Perú, el Marques de Osorno, determinó el traslado del mercado principal de Lima ubicado en la Plaza Mayor, destinando esta exclusivamente para la Parada Militar y otros actos de similar índole. Así las vivanderas que se ubican en la Plaza Mayor fueron reubicadas en otras plazas de la ciudad, como las de Santa Ana, San Francisco, San Marcelo, etc y por supuesto en la Plaza de la Universidad. (Larrabure,1885:124). Con todo, además de los varios grupos de vivanderos diseminados por las plazas de la ciudad, el mercado principal mantuvo su importante presencia en la plaza de San Francisco en un primer momento y luego en la plaza de la Universidad, donde es posteriormente trasladado, funcionando ahí hasta alrededor de 1846 en que este es finalmente ubicado en terrenos del Monasterio de la Concepción.

En los diversos grabados y óleos de los pintores románticos de la primera mitad del siglo XIX, como es el caso mas conocido de Juan Mauricio Rugendas, es posible apreciar algunos detalles relacionados con el funcionamiento de este mercado en la Plaza de la Universidad, aunque tratados con una visión idílica en sus escenas. Destaca con todo, la gran concurrencia de publico limeño, la variedad de los productos ahí expendidos y por supuesto, la notoria precariedad de los puestos de venta.

 

La Plaza de la Independencia

Los siguientes veinte años de vida republicana, la otrora casi sacra Plaza de la Inquisición, quedaría convertida a poco en la " plaza del mercado", denominación que llegaría al punto de confundirse con su nombre original proveniente desde la Colonia, o con los mas recientes, como el de la Constitución y el ultimo adquirido, en esta suerte de renovación periódica a la que se encontraba sujeta la plaza, aunque solo fuera en su denominación particular, a gusto del credo y circunstancias políticas de cada época. Así, a poco de concluir la primera mitad del XIX, se le conocería como la Plaza de la Independencia, aunque este ultimo nombre en realidad fuese en un inicio otorgado a la antigua Plaza Mayor, allá por los años del famoso ministro Monteagudo, pero que quizás por propia corrupción de su uso devino hacia la ya tantas veces rebautizada Plaza de la Inquisición.

Por aquel entonces, parte del antiguo edificio de la Inquisición y especialmente su bella Capilla, fue convertida en un Museo y en un Gabinete de historia natural a iniciativa de don Mariano Eduardo de Rivero, hombre amante de la historia y de la ciencias. La muestra inicial a juicio de algunos visitantes de la época, entre los que se cuenta con la ilustre Flora Tristan, era muy modesta, pues apenas se exhibían algunas momias "de los Incas", algunas cerámicas antiguas y curiosas, objetos prehispánicos de metal, así como pájaros disecados, conchas y muestras de minerales, entre otros objetos. Puede decirse, que a pesar de su limitación, este Museo constituye el inicio de los museos nacionales en el Perú.

Hecho memorable en la historia de la plaza, constituyó la importante decisión de erigir un monumento al gran Libertador Simón Bolívar. Este acuerdo fue inicialmente adoptado por el Congreso Constituyente de 1825, precisamente el 12 de febrero de aquel año, en medio de las celebraciones cívicas a raíz de la reciente victoria de Ayacucho sobre las armas españolas. Decía este acuerdo, expresado como una ley dictada por la gratitud nacional, entre otros artículos , como el de acuñar una medalla con el busto de Bolívar y además concederle un millón de pesos, que:

"Se erigirá en la Plaza de la Constitución un monumento con la estatua ecuestre del Libertador, que perpetué la memoria de los heroicos hechos con que ha dado la paz y la libertad al Perú."

El enorme desprendimiento del Libertador hizo que este declinara de tan generosa.

recompensa, muy difícil de entender en estos tiempos actuales, señalando con su acostumbrado énfasis : " ¿Por qué quiere confundirme, humillarme el Congreso, con dadivas excesivas; y con un tesoro que no debo aceptar?".

En aquella época, con el objeto de iniciar los trabajos, se organizó una ceremonia de los mas elocuente y acorde con la nueva era republicana que se afirmaba en el Perú. La fama de Bolívar en esos años se encontraba en la cima de su gloria y gozaba por lo tanto de enorme popularidad, así que el propio Consejo de Gobierno, presidido por el sabio Hipólito Unanue, fue el encargado de poner la primera piedra. En este mismo acto, junto con la primera piedra se enterró un ejemplar del Decreto del Congreso y la Constitución del Estado, varios escritos de elogio al Libertador, valiosas medallas conmemorativas de la gesta bolivariana y muchas monedas de oro, plata y bronce.

Sin embargo, a pesar de esta emotiva ceremonia, la ejecución de la obra debió postergarse todavía muchos años, tanto por motivos políticos como presupuestarios, hasta que el gobierno del General José Rufino Echenique, tomó la valiosa decisión de llevarla a cabo, encomendándole en 1853 al ilustre Monseñor Bartolomé Herrera, en aquel entonces Ministro ante la Santa Sede, la contratación del mejor escultor de esos años, el gran maestro italiano Adán Tadolini. Para el efecto, se facilitó al escultor, toda una serie de referencias y retratos que reflejaran la verdadera semblanza de Bolívar, ya fallecido en ese entonces. Como era de esperarse, Tadolini ejecutó una verdadera obra de arte y logró reflejar con gran exactitud las características físicas del Libertador. Esta gran obra de arte, llegó a causar tanta admiración en la corte romana, que se menciona que el Secretario de Estado Romano, y aun el propio Papa Pió IX, fueron a ver esta estatua. .

Un raro folleto anónimo detalla algunos aspectos relevantes en torno a esta estatua; este folleto titulado "Biografía del Libertador Simón Bolívar con una descripción de la Estatua de la Plaza de la Independencia y una relación de la Batalla de Ayacucho", e impreso en Lima en la librería central del Portal de Botoneros en 1859, constituye ahora una pequeña joya bibliográfica. De ahí extraemos que el maestro Tadolini llegó a cobrar alrededor de 4,500 pesos por la realización de la obra y su modelado en yeso. La fundición final de esta magna estatua se realizó en la célebre Fundición Miller de Munich, por un costo de 11,000 pesos y alrededor de 800 pesos adicionales por los bajos relieves. Para la disposición definitiva de la estatua, se concibió un sobrio y elegante pedestal de mármol, capaz de brindarle la altura necesaria; para ello se le encomendó al artista romano Felipe Guacarini la talla del mismo. En este mismo pedestal debían acondicionarse dos grandes bajorrelieves con escenas de las dos principales batallas por la libertad del Perú: Junín y Ayacucho.

La noticia sobre la realización de esta majestuosa obra, llegó incluso a oídos del entonces presidente de Venezuela, el General Guzmán Blanco, por lo que solicitó al gobierno peruano el permiso para aprovechar los moldes de la fundición y poder fundir una estatua gemela que pudiera ser erigida en su país, como es la que hoy en día existe en la ciudad de Caracas.

La Plaza Bolívar

No podía faltarle a esta ilustre plaza el nombre de un ilustre americano, quien no solo dejaría huellas imborrables en la historia de la América durante su vida, sino aun en su posteridad.

Aunque la obra había sido en gran parte concebida durante el gobierno de Echenique, le tocó el privilegio de su inauguración al Mariscal Ramón Castilla, convertido en nuevo Presidente del Perú. La llegada de la estatua al Perú en 1859, luego de una larga travesía desde la Baviera, conllevó a enormes problemas de traslado desde el puerto del Callao hasta su emplazamiento definitivo, pues el peso y volumen de la colosal obra imponían retos nuevos para los ingenieros peruanos de aquel entonces. Dado que el Presidente Castilla se encontraba en campaña en la frontera norte del Perú, se creyó conveniente por el encargado de la Presidencia de la República, don Juan Manuel del Mar, que la instalación de la estatua sirviera para demostrar vividamente el pensamiento continental que el Perú albergaba al erigirla, precisamente como un símbolo de la obra armónica y de paz que desarrollaron los Libertadores en la América.

Gracias a la existencia del ferrocarril del Callao a Lima, construido por obra de Castilla y luego de resolver los problemas técnicos que existan dado el enorme peso de la estatua sobre la misma vía y el vagón de carga asignado, se pudo trasladarla sin mayores contratiempos hasta la estación de San Juan de Dios (hoy correspondiente a la Plaza San Martín). En este punto, sin embargo comenzaban los verdaderos problemas de traslado, pues las calles de Lima por ser empedradas y estrechas poco facilitaban esta labor. Este trabajo final y por ello de gran cuidado, fue encomendado a la pericia de don Mariano Felipe Paz-Soldán, quien utilizando una línea Decauville, que le servía para trasladar los pesados bloques de piedra destinados a la construcción de la Penitenciaría, de la cual se encontraba a cargo. Estos pasos fueron de gran angustia para la población limeña, al tanto de todos los pormenores sobre su valiosa estatua y sumamente preocupada de que un trágico error pudiera impedir finalmente verla en su digno puesto para ella reservado. Decía el escritor anónimo de el folleto ya señalado sobre estos angustiantes momentos:

"En medio del silencio profundo se oye la respiración de millares de espectadores, inspirados todos por el temor de que falle un cable, o un movimiento desconcertado eche abajo el querido cuanto poderoso objeto que se va levantando. Una madre no ve a su hijo con mayor ansiedad en el peligro que el ingeniero que contempla a su ídolo cuando lo mira pendiente y en riesgo de caer y despedazarse. Por fin ha llegado a conveniente altura; el cable cruje, los maderos cimbran, el corazón tiembla; falta el aliento, más no el alma que preside la peligrosa subida y que esta segura del buen éxito. El carro empieza a moverse horizontalmente. Una pulgada mas, y la colosal estatua se asienta sobre el pedestal, apareciendo como si desde largo tiempo hubiera estado allí colocada.

Durante aquellos años de vida republicana, la tradicional ceremonia de inauguración de las sesiones del Congreso y la asistencia a ellas del Presidente de la Republica, era en gran parte desarrollada en la misma plaza. La traslación del Presidente desde Palacio de Gobierno hasta la misma sede del Congreso, estaba precedida por una gran expectativa en la población limeña, así como de un vistoso despliegue de tropas pertenecientes a la guarnición local hacia lo largo de todo el recorrido. Un testigo presencial de uno de aquellos patrióticos actos, señala con sus propias palabras sobre la instalación del Congreso del 6 de agosto de 1847 cuando era Presidente del Perú, el Gran Mariscal Ramón Castilla:

"Feriado cívico, ya que el Congreso iba a ser instalado.. Las tiendas fueron cerradas, se izó las banderas en Palacio y otros establecimientos públicos, así como en los de representación de naciones extranjeras. Las campanas tañían continuamente y había soldados alineados desde Palacio hasta el Salón del Congreso, que desde la época de la dominación extranjera funcionaba en la Universidad, situada en la plaza de la Inquisición. El Presidente Castilla se dirigió hacia allá, a eso de las 2pm. Los cuerpos diplomático y consular, habían recibido invitación para estar presentes en esta ceremonia." (Witt, 1992:369)

 

Las destrucciones del siglo XX

El advenimiento del siglo XX, con su fuerte influencia norteamericana y francesa, hicieron creer a muchos políticos, arquitectos y administradores locales, que el desarrollo de la ciudad pasaba por su previa demolición. No solo se aborreció en general, a la mayoría de edificios coloniales que aun subsistían en la tradicional planta urbana de Lima, sino también se quiso copiar mecánicamente los modelos urbanos de ciudades modernas como Nueva York, con su clásica distribución de grandes avenidas, o incluso imponer la construcción de nuevos edificios neoclásicos a semejanza de aquellos existentes en París; una rara mezcla que conllevará lastimosamente a la demolición de extensas líneas de fachadas coloniales y de muchos edificios históricos, gran parte de ellos irremediablemente destruidos en su totalidad para siempre.

Producto de esta vorágine modernista, fue entre otras, la construcción de la avenida Abancay, la que en el recorrido impuesto por entre las angostas calles coloniales preexistentes, modificará sustancialmente un gran numero de edificios y casa coloniales. Muchos de los mejores balcones limeños, con sus elegantes fachadas son completamente demolidos, tal es el caso de la conocida calle de Juan de la Coba, que enmarcaba por el oeste a la Plaza de la Inquisición. Así, esta fatal propensión a la "modernidad" llevará finalmente a la transformación de toda esta antigua plaza, pues no solo la avenida Abancay en su ampliación proyectada, seccionará la antigua casa del inquisidor, perteneciente al complejo del Santo Oficio, sino que el propio edificio inquisitorial quedará sensiblemente disminuido, pues parte de él había ya sido transformado en cuartel de bomberos, precisamente en el área de la Capilla, derruyéndola por completo.

Caso similar ocurre con la cuadra donde existían los locales del Hospital e Iglesia de la Caridad, los que conjuntamente con los de la antigua Universidad de San Marcos y ahora del Congreso de la República, todos con una larga historia colonial y republicana, son tristemente echados abajo alrededor de 1915 para poder construir el actual Palacio Legislativo, así como también dar paso a la pequeña plazuela posterior llamada del Congreso y a la calle Manuel Rodríguez, que seccionará definitivamente los primitivos terrenos de San Marcos.

El conocido historiador y experto en la arquitectura colonial limeña Antonio San Cristóbal decía al respecto "... era la plaza ( de la Inquisición) el centro intelectual de Lima, alrededor del cual estaban localizados los colegios de San Idelfonso, San Pedro Nolasco, Santo Tomas, San Pablo y el Colegio Real. En el perímetro de la plaza quedaban los edificios de la Real Universidad, el Hospital de la Caridad con su iglesia, y la casa de la Inquisición con su capilla; es decir, el conjunto mas numeroso de edificios virreinales reunidos en un mismo ambiente urbano. Destruida esta plaza, simultáneamente aristocrática y popular, la ciudad de los Reyes no ha podido recuperar ninguna otra plaza que cuente con la belleza plástica de las fachadas y portadas de aquel viejo mercado que tan profundamente impresionó a los románticos del siglo XIX." (1988:273)


Developed by VIS