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Es denominada así porque en ella se guardaba bajo rigurosa reserva la documentación referida a los procesos efectuados por el Tribunal de la Inquisición. Su edificación data del siglo XVII. Durante el funcionamiento del Senado Nacional en este inmueble fue convertida en Salón de los Pasos Perdidos.

A finales del siglo XII surgieron en Europa dos grupos de herejes particularmente violentos: cátaros y valdenses. Los cátaros rechazaban los ritos católicos y los sacramentos, dedicando sus mayores esfuerzos a una prédica y práctica totalmente anticatólica, la que incluyó numerosos hechos de sangre; entre ellos, el asesinato del nuncio papal. En cuanto a los valdenses, sostenían el derecho de las mujeres y los laicos a predicar; negaban el valor de la misa, las ofrendas y las plegarias por los muertos; discutían la existencia del purgatorio y predicaban la ineficacia de ir a rezar a los templos.

El Papa Lucio III dispuso, en el Concilio de Verona (1184), que los obispos realizasen inquisición contra los herejes. La organización de la Inquisición medieval fue la resultante de un largo proceso continuado en el pontificado de Inocencio III y culminado por Gregorio IX quien, a través de tres diferentes bulas -entre los años 1231 y 1233- le dio su estructuración definitiva.

La Inquisición española fue creada por los Reyes Fernando de Aragón e Isabel de Castilla en 1478. Dos años después inició sus acciones en la ciudad de Sevilla para expandirse posteriormente por el resto de España y sus colonias. La corona empleó a la Inquisición como un organismo de control social, dirigiendo sus esfuerzos tanto a la defensa de la fe y la moral pública y privada, así como a la de la fidelidad a los monarcas y la paz social.

La causa más importante que motivó la creación del Tribunal hispano fue el antisemitismo, detrás del cual hubo motivaciones complejas. Las graves crisis económicas que sacudieron Europa durante los siglos XIV y XV, a las cuales contribuyeron las pestes y epidemias que originaron una caída demográfica sin precedentes, condujeron al empobrecimiento masivo de la población y a restricciones económicas de la corona. En medio de la crisis, los únicos que consolidaban sus posiciones económicas eran los prestamistas y los arrendatarios de los tributos reales, oficios virtualmente monopolizados por los judíos. Una de las razones de tal situación era el hecho de que los préstamos con intereses se consideraban moralmente cuestionables por estar incursos en el pecado de usura, mientras que los judíos los consideraban perfectamente lícitos. Por si fuera poco, los judíos eran vistos como un Estado dentro del Estado pues, antes que buenos y leales súbditos de la corona eran, por sobre todo, judíos: una nación sin territorio y, por ende, en busca de uno propio.

Además, una teología contada a medias, que enfatizaba el hecho de que fueron judíos los que maltrataron, torturaron y condenaron a una terrible muerte en cruz a Nuestro Señor Jesucristo –olvidando que la Santísima Virgen María, San José, los apóstoles y el propio Cristo eran judíos–, así como a numerosos cristianos, terminaba azuzando el odio a los judíos. Por su parte, los judíos también protagonizaron algunos sucesos sangrientos contra los católicos, lo cual contribuyó a exacerbar los ánimos. Adicionalmente, a fin de ascender en la pirámide social y lograr posiciones reservadas a los católicos o por evitar los prejuicios y las restricciones en su contra, muchos judíos se convirtieron falsamente al cristianismo recibiendo el bautismo y participando externamente de su culto mientras, en privado y casi públicamente, seguían con sus anteriores prácticas religiosas. Esta conducta dual hizo que se ganaran las iras de los cristianos que veían a los judeoconversos alcanzar las más altas dignidades y cargos de la sociedad, el Estado y la propia Iglesia –-constituyéndose en una especie de infiltrados– con la finalidad de conquistar el poder e imponer en beneficio propio su religión.

Durante los primeros años de existencia del Tribunal se encargó principalmente de controlar a los judeoconversos. En 1492 los monarcas hispanos decretaron la expulsión de todos los judíos de sus dominios. Cabe agregar que el antisemitismo era común en la mayor parte de Europa. Así, antes que de España, los judíos habían sido expulsados de Inglaterra, Francia y otros reinos; además, habían sido víctimas de crueles matanzas y persecuciones en Alemania.

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