Page 52 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Volumen 3
Inicio de la rebelión
lares y regulares, diesen a entender a los fieles en púlpitos y confesionarios,
la obligación que tienen de mantener obedientes al Monarca, no entrando
en la creminosa facción; les hice presente sus deberes de tomar en este caso
las armas todos los eclesiásticos para resistir al rebelde y ofreciendo las ren-
tas de la mitra, para comprarlas y los demás gastos que fuesen necesarios; se
alisten cuantos de ambos gremios son capaces de tomarlas y se presenten en
la Casa Episcopal, que se ha hecho Cuartel, en que se adiestran a un ejercicio
proporcionado, quedando sólo los inválidos para los divinos oficios a fin de
que con unas y otras armas como Moisés obliguemos al Dios de las victorias
nos la conceda completa del traidor Tupa Amaro; se despachen cartas órdenes
a los curas para que observen los movimientos del sublevado y nos la comu-
niquen por expresos; se fulminen cedulones de censuras para que se fijen en
las puertas de las iglesias de las dichas provincias y en la Catedral, iglesias de
Regulares y de las ocho parroquias de la capital, contra el referido rebelde, sus
secuaces y contra cuantos le acompañan o prestan auxilio y favor; se fortalezca
con un muro o trinchera nuestra Catedral, que se está corriendo por toda la
parte del cementerio y se mande asegurar del modo posible todas las alhajas
de plata y otras de valor de las iglesias y monasterios, para que no caigan en
manos del usurpador; nada más insinuo a Vuestra Excelencia que lo mismo
que he practicado y consta de autos, de que repetiré informe más extenso con
testimonio de lo obrado.— Lo que me parece importa Señor Excelentísimo, es
que por Vuestra Excelencia se den providencias prontas de gente disciplinada
que venga al socorro, por que aunque en virtud de la citación se ha hecho
un cuerpo considerable de tropa, pero los más de ellos no tienen armas de
fuego, ni uso de ellas, carecen aún de la necesaria pericia militar y hay poca
satisfacción y muy fundado recelo de que tal vez viendo ventajoso al enemigo
conviertan las armas contra nosotros aquellos que hoy las toman, mas por
fuerza, que por honor, como son los mestizos de que se compone lo más de las
compañías. Vuestra Excelencia con su elevada comprensión penetrará estos
conflictos que sentimos y nos proporcionará el auxilio de seiscientos hom-
bres, los trescientos pueden venir de esta capital, para defender ésta y atajar
las avenidas del enemigo; los otros trescientos de Arequipa, los doscientos de
los provincianos y los ciento que destacaron a aquella ciudad, por el predece-
sor de Vuestra Excelencia, los que por estar al paso donde se halla situado el
rebelde pueden atacarlo oportunamente. Todo lo esperamos del celo de Vues-
tra Excelencia y de su superior protección.— Nuestro Señor guarde a Vuestra
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